Ayer una médica que aprecio muchísimo me regaló un libro acerca de las ideas de Paracelso, el gran reformador de la medicina que vivió en el siglo XVI.

Dice: “El estudio práctico y la aplicación de alguna cosa requiere ante todo la posesión del objeto; y si es cierto respecto de los objetos físicos, no es menos cierto respecto de los principios espirituales, la naturaleza de los cuales no puede ser conocida sino cuando uno se da cuenta de su presencia en su propia conciencia. Los aspectos superiores de todos estos poderes pertenecen a la naturaleza superior del hombre, y el que desee conocer y aplicar estas leyes en el ejercicio de la profesión médica, debe ante todo procurar desarrollar su propia naturaleza superior, liberándose de los elementos que gobiernan su naturaleza inferior; en otras palabras, debe pasar del estado animal-humano al estado humano-divino, al cual pertenece el médico verdadero.”

Ni bien leí este fragmento, me surgió la idea de que para que operen las posibilidades curativas en nosotros mismos, o dicho en otras palabras, para que el médico que llevamos dentro sea un médico verdadero, la condición necesaria es la misma: la transformación de la conciencia.

Sobre la autora
Elena B. Werba
www.noquierodietas.com.ar

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