Caminos del bosque

Con la pureza del canto y del verso, el que nos habla ante el muro de Troya al comienzo de la Ilíada. Son tiempos de penurias donde parece reinar la cólera de Dios, los estragos de la peste, las piras funerarias y el desconcierto de los príncipes.
Es entonces cuando emerge Calcante el Testórida, el más sabio de los augures que “conoció” lo que es “será o ha sido”. Gracias a su espíritu adivinador, el don que otorgara Febo Apolo era aquel que “había visto”, percibía e iluminaba por lo que podía conducir y guiar las naves.
La peste hacía estragos en el campamento griego, de modo tal que en la Asamblea de los guerreros, Aquiles exige que el vidente Calcante “interprete” la cólera de Dios.
Y comenta Heidegger que solo cuando se ha visto por adelantado es posible prevenir. El vidente se encuentra cara a cara con lo presente en su desocultamiento, porque lo presente y lo ausente está reunido en una presencia y resguardado de ella. La vieja palabra guarda, dice Heidegger, significa protección, todavía la encontramos en términos como percibir, percatarse, darse cuenta y debe ser pensada como una presencia que ilumina y reúne.
Arribamos a una época en que lo griego quedó ensombrecido y no aparece si no es carro romano, todo parece someterse a un curso histórico, a la planificación y orden de un gobierno terrestre aunque los vínculos con la naturaleza están rotos y el hombre parece muy solo.
Adviene el abismo con teorías y doctrinas acerca de la historia y a la naturaleza que agudizan las múltiples confusiones que dominan la vida de los hombres.
Sin embargo surgen señales y posibilidades de salvación, si el pensar habla poéticamente, recuerda Heidegger. Si puede traer la aurora de lo pensado a la proximidad de lo que da por pensar. Nos visita el crepúsculo del mundo históricamente occidental y sus territorios del ocaso, y del atardecer. Lo acompaña la noche del mundo y los precursores del alba, se trata de un tiempo de penuria totalmente nuevo, porque es la penuria la que reclama al hombre y la que le presta sus fuerzas.
Pareciera que hay necesidad de generar un “soplo más”, ese soplo de los más arriesgados, de los que encuentran “otro decir” distinto del decir humano más próximo a los rapsodas (recitadores o pregoneros). Es el canto que habita en el espacio interno del mundo del corazón y que es llevado por el viento. “El propio canto es un viento y en el decir, vuelve a los hombres” (Heidegger).
Regresamos al inicio de la Ilíada y estamos ante los muros, padecemos pestes, soledades, perdimos dioses, príncipes y cantos. Han sido convocados los Calcante “los que ven, porque han sido antes, para interpretar la cólera de la naturaleza que no cesa y la orfandad del hombre”. “En ese soplo más” impuesto por la penuria, lo salvo del espacio interno del mundo, se toma visible para expresar la existencia en el recinto del lenguaje.
Las preguntas y sus sombras se alejan…
¿Cómo hemos podido bebernos el mal? ¿Quién prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? Pregunta Nietzsche.
Sobre la autora
Leonor Escardó
Artista Plástica y Escritora Argentina
Representa en el
Movimiento Poetas del Mundo a la República Argentina
Red de Poetas Hispanoamericanos (REMES)
www.poetasdelmundo.com
leonor.escardo@yahoo.com
Detalle y reflexión del libro
Los Caminos del Bosque, de Heidegger

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