Jugadores de rugby

La actividad física proporciona grandes beneficios para la salud. El cuerpo humano está diseñado fisiológica y bioquímicamente para estar en movimiento y acompaña al ser humano desde su existencia: se movía para cazar, huir, pelear e incluso con fines culturales de diversa índole como bailes, festejos y rituales religiosos.

El hombre ha ido abandonado gradualmente su propia capacidad de movimiento. La civilización, los avances tecnológicos y la industrialización, a lo largo de miles de años, han transformado al hombre en un ser sedentario, un estado que no le es propio. En otras épocas, se morían por falta de conocimientos científicos y por epidemias, las que se desconocían cómo combatir ni se tenía los medios necesarios. Si bien se han superado gran parte de estos inconvenientes, el siglo XX trajo aparejado infinidad de nuevos problemas de salud que devienen de la inactividad física.

Si una herramienta diseñada para cumplir una función en particular, no la usamos o la utilizamos con otros fines, terminaría rompiéndose o con menos vida útil. Tomando el ejemplo de un ser vivo como el canguro: su fisonomía y su biomecánica lo predispone a saltar. Si fuera posible de alguna manera “obligarlo” a trepar o tenerlo encerrado en una jaula que no le permita efectuar sus movimientos naturales ¿Qué le sucedería? Su forma corporal mutaría paulatinamente, perdería su funcionalidad, se lastimaría, tendría una mala calidad de vida y por ende, moriría antes.

Lo mismo sucede con el hombre. Un cuerpo hecho bioquímica y fisiológicamente para consumir y gastar energía constantemente; una biomecánica y una composición corporal para caminar, correr, saltar, lanzar y trepar, entre otras cosas, no puede estar todo el día sentado en una oficina, llegar a su casa y poder hacer las compras por Internet, tener variedades infinitas de controles remotos, subir ascensores y escaleras mecánicas.

Por lo tanto, no puede pretender que no haya ninguna molestia y adjudicarle los dolores a la edad como si ella tuviera la culpa. Los seres humanos, dentro de lo posible, deberían hacerse responsables de su propia calidad de vida para una prevención eficaz.

Las comodidades son muy lindas y facilitan muchas cosas pero deberíamos realizar ejercicios físicos que el cuerpo humano precisa por propia naturaleza. Así, el hombre obtendría una adecuada función integral y sensaciones de bienestar, de calma y de saciedad que el momento de post-ejercicio nos brinda. De lo contrario, deviene el sedentarismo: un tipo de conducta que no le es natural al ser humano y que se presenta, en la actualidad, como la principal causa de muerte a nivel mundial. Se debería dar a la actividad física el lugar que se merece transformándola en un hábito para mejorar la calidad de vida.

Sobre la autora
Daniela Romina Manfredi
Prof. Educación Física especializada en actividad física y salud
Entrenadora Personal
danitamanfredi@hotmail.com

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