Dos niñas plantando un árbol

En estos tiempos en los cuales cada día hay mayor conciencia y contacto con otras realidades más allá del mundo físico, el llamado de los devas -los ángeles de la tradición cristiana- sobre el tema particular de los árboles debe tomar cada vez mayor fuerza en un mundo hasta ahora regido por una visión mecanicista y reduccionista de la realidad.

Es así como, con visión comercial de corto plazo e ignorantes del flujo de vida y energía del planeta (que hasta hace poco pensábamos que era una esfera inerte en el espacio), hemos talado, destruido y dañado seriamente todos los bosques del planeta: tropical, selvático y templado.

Profundamente ignorantes de sus implicancias, no sólo ecológicas en el sentido tradicional de la palabra, sino en un sentido más amplio de la trama completa de la vida, con sus patrones de intercambio de energía intra y extra planetaria funciones estabilizantes e interacciones desconocidas entre la línea dévica y la humana, los árboles parecen relegados a las plazas y veredas en las ciudades y a las reservas ecológicas en lugares más apartados de los centros urbanos.

Nuestra desconexión con la naturaleza es tal que sólo valoramos los árboles por su utilidad inmediata: para algunos, sombra en verano; para otros, leña en invierno. Y, por supuesto, están quienes los ven como un recurso para hacer dinero con plantaciones de rápido crecimiento.

Necesitamos reeducarnos desde nuestro corazón, para reencauzar enormes sumas de dinero con el fin  -entre otras cosas- de restaurar el equilibrio planetario a través de la reforestación de miles de bosques destruidos en todo el mundo.

Nada es imposible para el espíritu humano, para la voluntad férrea de quien tiene claridad en su propósito.  El primer artículo de este número nos señala el problema urgente de la deforestación del mundo; el segundo, los medios para redirigir el dinero hacia causas nobles, como la de la falta de árboles grandes.

Que este verano no se vaya sin que abracemos un árbol, le pidamos perdón por todas las tropelías que hacen nuestros hermanos con ellos y nos comprometamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarlos.

Sobre el autor
Iván Santandreu
www.mundonuevo.cl

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