“Hay dos preguntas que un hombre debe hacerse para crecer.
La primera pregunta es: ¿Cuál es mi camino y hacia dónde voy?
La segunda pregunta es: ¿Quién vendrá conmigo en este viaje?
Si alteras el orden de las preguntas te verás en graves problemas y no crecerás como hombre.”

Debemos darnos cuenta de la abrumadora influencia que LA MUJER tiene sobre la vida de todos los hombres. Hablo de LA MUJER (figuras femeninas arquetípicas que viven en nuestro inconsciente). Esa que activa en nosotros emociones que nos sorprenden y dirige muchos de nuestros actos sin que nos demos cuenta.

(Me referiré a LA MUJER en mayúsculas como diosa, bruja, arquetipo o fantasma de mi interior. Y en minúsculas a la mujer mortal de carne y hueso).

El vínculo inconsciente del hombre con la mujer

Los hombres frecuentemente ignoramos hasta que punto nuestras vidas giran alrededor de la relación que mantenemos con LA MUJER ARQUETÍPICA.

Estamos hechizados por ELLA. LA MUJER es el misterioso fundamento de nuestra existencia. ELLA es el auditorio delante del cual se representa el drama de nuestra vida. ELLA es el juez que nos declara culpable o inocente. ELLA es el Paraíso del que nos expulsaron y que nuestros cuerpos añoran. ELLA es la Diosa que garantiza nuestra salvación y, también, la MADRE CASTRADORA que nos la niega. ELLA tiene sobre nosotros un poder mitológico que nos aterra y fascina al mismo tiempo.

Sólo aprenderemos a conocer los misterios propios de la masculinidad separándonos de ese mundo. Antes de esa separación debemos darnos cuenta de las formas en que LA MUJER ARQUETÍPICA nos atrapa, incorpora, define y devora; porque sino estaremos siempre proyectándola y seremos controlados por aspectos que nos pertenecen aunque nos neguemos a verlos.

Los hombres nos creemos muy independientes, pero la realidad es que somos muy vulnerables al poder que LA MUJER ARQUETÍPICA tiene sobre nosotros. Por eso comprometemos tanta energía y malgastamos tanto poder tratando de controlar, evitar, conquistar o degradar a las mujeres con las que nos relacionamos.

Cuando un hombre se permite sentir la gran influencia que LA MUJER ARQUETIPICA tiene en su vida es más fuerte que cuando se cree autosuficiente y libre. Sin embargo es imprescindible saber que esta vulnerabilidad no es un síntoma de neurosis ni de anormalidad sino que es un hecho que forma parte del ser masculino en evolución.

Hemos nacido de LA MUJER y nos ha costado mucho trabajo llegar a ser el ser individual que somos. La lucha por conseguir una identidad propia nos lleva la mitad de la vida (como mínimo), por eso es normal que temamos que ELLA (el gran océano arquetípico de lo femenino que nos dio la vida y nos nutrió cuando éramos bebé) nos inunde y nos trague como el mar que devora una isla.

Aprender a diferenciar con claridad entre LA MUJER y las mujeres humanas es el trofeo que se gana al final del viaje heroico del hombre, jamás al principio ni en la mitad del recorrido. Y para que un hombre pueda hacerse consciente de la naturaleza de su virilidad debe saber que lo esencial del miedo que sentimos ante la mujer no tiene una explicación lógica porque LA MUJER es una figura escurridiza que no está fuera sino que es parte de nosotros.

Para que podamos aprender a amar a las mujeres y a relacionarnos realmente con ellas debemos exorcizar todos los aspectos que surgen de la MUJER ARQUETÍPICA: diosa, prostituta, virgen, ángel, castradora, madre, bruja, teta llena de leche, madre-tierra. Mientras nuestra casa esté habitada por estos fantasmas nunca podremos vivir armoniosamente con una mujer real.

No podemos estar cómodos en la intimidad con las mujeres porque nunca nos hemos sentido cómodos lejos de ellas. La mayor parte de los hombres modernos no ha conocido el placer de la soledad y la independencia sostenidas en el tiempo. Nos hemos hecho las preguntas en el orden equivocado. Antes de preguntarnos “¿Cuál es mi camino y hacia dónde voy?” nos hemos preguntado si ella vendrá con nosotros o adonde querrá ella ir. Así, hemos sujetado nuestras almas a su aprobación quedando paralizados y gestando hacia ellas un gran resentimiento por esta dependencia.

Para transformarse en hombre, primero hay que “convertirse en hijo pródigo, marchar del hogar y estar solo”. Este es, ineludiblemente, el paso previo que el hombre debe realizar para llegar a reconciliarse con las mujeres. Para poder amar a una mujer real, debemos antes dejar atrás a la mujer arquetípica y completar sin ella nuestro proceso de individuación.

Para los que elijan el camino del peregrino, el primer paso será olvidar por un tiempo sus problemas de relación con las mujeres y concentrarse en analizar la primera pregunta:
“¿Cuál es mi camino y hacia dónde voy?”
Sólo después de que sepamos a ciencia cierta la respuesta y hayamos emprendido nuestro camino podremos plantearnos la segunda pregunta:
“¿Quién vendrá conmigo en este viaje?”
La urgencia que los hombres tenemos por el sexo, la intimidad y la pareja y por poner en orden nuestras relaciones con las mujeres es precisamente la causa de la ansiedad que nos fuerza a establecer relaciones en las que traicionamos nuestra masculinidad.Como un buen cuento de misterio, el viaje hacia la masculinidad íntegra está lleno de sorpresas que sólo podrán experimentar quienes decidan avanzar poco a poco.

Investigó:
Vera Alaniz
Del libro: Ser hombre. Mitos y claves de la masculinidad. Keen, Sam – Gaia Ediciones
Sam Keen, se licenció en la Facultad de Teología de Harvard y se doctoró en filosofía de la religión en la Universidad de Princeton.

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