Situación del ciudadano común: desayunar corriendo después del despertador matutino, urgente los niños al colegio, luchar con bocinazos, semáforos y demás… colectivos y subtes llenos, cuando andan… presiones y exigencias laborales, inflaciones de todo tipo, comidas rápidas insanas… volver a casa en peores condiciones que a la mañana, corriendo con la suerte de no sufrir ningún robo, ocuparse de los niños y sus quehaceres, más alguna actividad extralaboral y algún proyecto personal… un baño apresurado, la cena tarde… dormirse aún más tarde con la cabeza repleta de tensiones, preocupaciones, conflictos y los quehaceres del día siguiente… y lógicamente un sueño mal logrado.

Tres días seguidos así y resulta inminente una explosión de angustia o un ataque de nervios, enfermarse o la rápida elección del consumo de psicofármacos (en el mejor de los casos recetado por un médico).

Si no nos tomamos un tiempo para cuidar nuestro Ser, algo va andar mal. Nuestro interior es lo que somos realmente y eso es lo que nos enseña el Yoga: que no somos un cuerpo que acciona y una mente que piensa sino que somos un espíritu que tiene un cuerpo y una mente. El Yoga nos enseña a SER más que a TENER. Y para aprender a SER es necesario comunicarse con nuestro Ser Interior: pasiones, sentimientos, anhelos, afectos y estados anímicos. Es un candidato ideal para enseñarnos no sólo a parar la vorágine actual sino a darla vuelta porque al mostrarnos la realidad de lo que somos, nos hace pensar en nosotros, empezar a querernos y a querer todo lo que nos rodea; ir más lento, darle un descanso a la mente, disfrutar momento a momento. Muchos creen correctamente que el Yoga hace bien para el cuerpo, incluso los médicos lo recomiendan para dolores de espalda, la gente se acerca para hacer posturas, estirar músculos, darle movilidad a las articulaciones y todo esto es muy cierto. Pero no es sólo eso, no es educación física, ni gimnasia, ni estreching. Además de estirar un músculo para descomprimir una contractura, una determinada asana libera las tensiones, los bloqueos formados por emociones trabadas que quedaron allí y nunca fueron expresadas. A través del trabajo conjunto de la respiración y el movimiento indicado, se desbloquea la zona comprometida permitiendo el fluir natural de la energía. El objetivo del Yoga es integrar el cuerpo físico y el cuerpo mental a nuestro espíritu.

El yoga es educación espiritual

Sin saberlo, educa en las cosas más importantes, enseña a vivir en plenitud. El Yoga consigue que el individuo desarrolle su capacidad de adaptación afectiva, sentimental y anímica, a su entorno; le ayuda a entender y adaptarse a los sentimientos y afectos de los otros lo que le permite disminuir conflictos y el sufrimiento por los mismos; y sobre todo lo ayuda a entender y adaptar las propias emociones a su propio SER. Fundamentalmente integra al individuo con el Universo, el Todo o Dios (según cada concepción personal sobre lo superior) a través del Samadhi, que sería la finalidad del Yoga. El Samadhi es un estado de plenitud existencial, felicidad, dicha, armonía, un estado en el que la persona trasciende su dualidad y pasa a formar parte vivencialmente del Todo. Una vez lograda esta experiencia los tiempos de la vida y la calidad de vida hacen un giro de 180º. Lo mejor de todo es que el estado de relajación y armonía que se puede alcanzar en las posturas, en la meditación y que van creciendo con la práctica sostenida en el tiempo, no quedan solo en la hora de clase de yoga. Sin darnos cuenta y maravillosamente se extiende a todos los ámbitos y aspectos de nuestros días logrando así que la vida se aleje de aquella situación de ciudadano común y se asemeje más a una mega clase de Yoga.

Sobre la autora
Daniela Manfredi
Profesora de Yoga y de Educación Física
danitamanfre@hotmail.com
www.elabc-delbuenvivir.com.ar

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