Sería ideal despertarse cada mañana y disfrutar de un nutritivo desayuno a base de, por ejemplo, unos cuantos tomates y zanahorias frescas recién recogidas de nuestra propia huerta. Aunque es cierto que las huertas urbanas han comenzado a convertirse en una tendencia al alza en los últimos años, también lo es el hecho de que, entre el común de los mortales, las prisas y el ritmo frenético que marca el compás de nuestra rutina hacen que muchas veces nos resulte inevitable recurrir a los productos congelados para salvar la comida o la cena del día.
¿Los productos que salen del congelador del supermercado son mucho más nutritivos que los alimentos frescos? ¿Están injustamente denostados los congelados? La principal diferencia entre el alimento fresco y el congelado es que el segundo se ha sometido a una disminución de temperatura que produce la congelación de su componente principal, el agua. Con ello aumenta su vida útil y se asegura su calidad microbiológica, sin apenas alterar sus cualidades organolépticas. Esto quiere a decir que en la mayoría de las ocasiones los productos naturales congelados pueden contener más vitaminas y minerales que las verduras frescas refrigeradas al ser procesadas justo en el momento de la recolección, siendo este el momento de mayor valor nutritivo.
Preservar el valor nutricional, la frescura y el sabor de los alimentos frescos es un punto fundamental. Otro grupo bien distinto es el de los alimentos precocinados y los preparados congelados, productos que previamente han sido cocinados para que el consumidor final solo tenga que calentarlos antes de su consumo. Estos alimentos, tienen la ventaja de la rapidez.
Una de las opciones más saludables que hemos encontrado en este último tiempo son aquellas hamburguesas que contienen variedad de verduras o bien aquellos fiambres como jamón y panceta ahumada vegana que combinan la rapidez con lo nutritivo para llegar al final del día.
En lo que a los alimentos naturales congelados se refiere, son numerosos los beneficios que este grupo puede aportarnos frente los productos frescos; las verduras congeladas tienen la ventaja de que ya están limpias, enteras o troceadas y listas para su cocción. Además, como transcurre tan poco tiempo entre la recolección y la congelación, estos productos conservan muy bien las cualidades nutritivas de las verduras frescas, siendo incluso superior su contenido en vitaminas y minerales. Por ejemplo, la cantidad de vitamina C que aportan las espinacas frescas consumidas a los tres días de su recolección es menor que la que proporcionan las espinacas congeladas.
Para llevar el orden al refrigerador les damos unos consejos para que así sea. Uno de los errores más frecuentes que solemos cometer a la hora de congelar alimentos es la elección del envase. Lo mejor es elegir siempre aquellos recipientes que posean tapa y aíslen el contenido interior de cualquier contacto con el exterior. Las etiquetas son muy necesarias a la hora de consultar que contiene cada envase, porque seamos sinceros, por muy campeones que seamos jugando al Simon, en este tipo de cuestiones, la memoria brilla por su ausencia jugándonos malas pasadas que provocan que tengamos que sentarnos en el suelo y enfrentarnos a numerosos tuppers que parecen tener sed de venganza por haberles metido ahí durante días. Etiqueta entonces, cada uno de ellos indicando si se trata de un alimento crudo o ya cocinado junto a su fecha en la que lo congelamos. De este modo, sabremos siempre el tiempo que lleva y, si nos hemos despistado, estar seguros si es apto para consumo o no.
No congelar apenas terminas de cocinar, hay que dejar que el plato se enfríe antes de llevarlo al congelador, ya que, pese a determinadas creencias, poner algo con una temperatura tan elevada al lado de otras cosas heladas, provocará que éstas últimas comiencen a subir la suya y puedan, incluso, iniciar un cierto proceso de descongelación.
Así que ya sabes ahora, antes de congelar, atemperar. Nunca, insistimos, nunca, volver a congelar algo que ya está descongelado y, a su vez, anteriormente ya había sido congelado (como trabalenguas no tiene precio…). Evitaremos esta situación incluso si cocinamos el alimento.
Limpieza rigurosa. Sí, sabemos que esta tarea es una de las más aburridas y que más pereza puede llegar a dar, pero al igual que el resto de electrodomésticos, el congelador necesita una puesta a punto de vez en cuando para, así, evitar la acumulación de hielo, algo que si dejamos, podría llegar a estropear el buen funcionamiento de dicha máquina.
Hemos recorrido los diferentes puntos de un alimento congelado y sus cuidados, ahora a organizarnos para comenzar a diagramar nuestra dieta diaria con alimentos saludables como nutritivos.
Para más información: www.veggieland.com.ar

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