Recientemente la OMS incluyó al conocido “Síndrome del Quemado” como una enfermedad laboral. ¿Qué implicancias tiene para quien lo sufre? ¿Cómo se puede evitar o prevenir?
A pesar de lo que comúnmente se cree, no se puede vivir sin estrés. El estrés es tan necesario para vivir como respirar. Pero, entonces por qué si es tan necesario hace mal y puede causar enfermedades como infartos, ACV, y tanto más.
Lo cierto es que el estrés es una respuesta desarrollada hace decenas de miles de años para hacer frente a las amenazas que acechaban al ser humano primitivo. Esta respuesta incluía un repertorio de signos como aumento de pulsaciones y de la presión, disminución del flujo de sangre a las vísceras, mayor flujo de sangre al cerebro y mayor atención, entre otros.
El tema es que en esa época casi todas las situaciones peligrosas que generaban estrés implicaban un daño físico. En cambio, hoy nos estresan situaciones físicas como la inseguridad, el maltrato físico, el bullying; pero también otras no físicas como la sobreexigencia laboral, las presiones en el trabajo, la inflación, el riesgo país, el dólar, la soledad, la discriminación, el aislamiento, el no tener trabajo, y tanto más.
El punto es que nuestra mente no está preparada para afrontar todas las situaciones que hoy nos estresan. La persona que está muy estresada pierde la capacidad de discernir entre el estresor “real” del “no real”, es decir lo que puede realmente dañarnos y lo que no. Peor aún, pierde la capacidad de darse cuenta de qué es lo que realmente le hace bien. Y muchas veces termina buscando en placebos (como el consumismo, el alcohol, las drogas o el cigarrillo).
Es aquí donde se hace necesario buscar recursos que nos permitan volver a encontrar un equilibrio interno, la paz. Desde luego, no podremos cambiar todo lo que nos hace mal; en algunos casos lo haremos y en otros deberemos aprender a transitarlos.
Síndrome del quemado
En principio, es importante tener en cuenta que le puede ocurrir a cualquier persona. Por eso, es fundamental estar atentos a sus signos de alerta. Cuando nos sentimos agobiados, cansados, que no podemos salir, que perdemos el control de lo que estamos haciendo, y estas sensaciones permanecen en el tiempo, nos enferman.
Si bien es cierto que el burnout existió siempre y es algo que vemos cotidianamente, el hecho de que la OMS lo reconozca como una enfermedad laboral permite que se impulsen investigaciones sobre sus efectos y promuevan programas para asistir a quienes lo sufren. En 1976 Cristina Maslach, psicóloga experta e investigadora sobre el burnout, lo describió como “un síndrome tridimensional de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas”.
Pero ¿qué le pasa a una persona que sufre burnout laboral? Para entenderlo, en una interacción cotidiana hay 3 sistemas que están en alerta: uno es el sistema nervioso, otro es el inmune y el tercero es el hormonal (que descarga el cortisol, hormona del estrés). Si estás en un trabajo que no te gusta, vivís alguna situación de estrés o sos muy autoexigente, el sistema nervioso reacciona teniendo una frecuencia cardiaca muy alta, la presión arterial aumenta, el sistema inmune se empieza a defender y el sistema hormonal empieza a liberar cortisol; todo esto funciona como una olla a presión que en algún momento estalla y enferma. Ahí aparecen los problemas cardiovasculares, cerebrales, infarto de miocardio, etc.
En una era digital como la actual, la incapacidad de desconectarse de las cuestiones laborales potencia el cuadro.
Recomendamos:
Aprender a decir que no y no sobrecargar la agenda.
Disfrutar del ocio recreativo, de no hacer nada.
Focalizar en una sola cosa para hacer, aprender a priorizar y diferenciar lo urgente de lo importante.
Potenciar los lazos afectivos. Las personas con una buena red de contención social se enferman y mueren menos.
Parte de la solución:
*La actividad física regular es un recurso excelente para disminuir el nivel de estrés; caminar, trotar, correr, andar en bicicleta o bailar. También, el Yoga lo es; además de las actividades que se puedan hacer en grupo, que permitan socializar, siempre y cuando se tomen como algo recreativo.
* Mindfulness, herramienta para lograr la tan ansiada paz y tranquilidad interior. Esta práctica, que tiene como concepto estar atentos aquí y ahora, sin juzgar, se logra a través de la práctica formal de meditación. 45 minutos, 20, 10, lo que se pueda; con el tiempo se va logrando estar más tranquilo. Este método implica experimentar, relacionarnos con cada cosa que hacemos; así se podrá reconocer que dentro de cada día complicado, estresante, hay muchas situaciones que son agradables, reconfortantes, llenas de amor. En el año 2017 la Asociación Americana del Corazón (AHA) publicó un estatuto donde recomienda a los profesionales de la salud indicar la meditación para disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares junto a las prácticas clínicas previamente publicadas con evidencia científica fuerte, a pacientes que deseen hacer un cambio de estilo de vida y acepten este tipo de prácticas.
*La alimentación también es una parte muy importante para manejar el estrés. Una alimentación saludable, con muchas frutas y verduras, pocas harinas y grasas saturadas, abundante hidratación, colabora a disminuir el nivel de estrés. Es fundamental hacer del momento de comer un momento, y no hacerlo de manera apurada. La OMS recomienda comer al menos 5 días a la semana frutas y verduras, y de 4 a 5 porciones de frutas y/o verduras por día.
*El sueño también es una manera de darnos cuenta que nuestra relación con el estrés no es buena. No es normal no poder conciliar el sueño de manera crónica. Es muy importante comenzar por una higiene del sueño: cenar liviano, evitar utilizar dispositivos electrónicos, TV, usar redes, tomar café, evitar realizar actividades que te ponen nervioso antes de ir a dormir. Dormir menos de 6 horas está demostrado que aumenta el riesgo de eventos cardiovasculares.
*La consulta a tiempo con un especialista debe ser siempre tenida en cuenta cuando vemos que de otras maneras no podemos estar mejor y es necesario otro tipo de tratamiento.
Todo esto no se trata más que de disfrutar la vida, el trabajo que tenemos, encontrarle la vuelta, y tener expectativas razonables. Indudablemente estamos en un momento muy crítico, pero no hay que perder las esperanzas de que todo vaya mejor. Esto es clave. Estar focalizado en lo que hacemos y tener tiempo para uno. Hacer pequeños grandes cambios para sentirnos mejor nos ayudará a cuidar nuestro corazón, no lo hipotequemos para el futuro.
Sobre los autores:
Dr. Julio Giorgini
Médico Cardiólogo (MN 100.308)
Dr. Jorge Tartaglione
Médico Cardiólogo (MN 67.502)
Fundación Cardiológica Argentina (FCA)
 

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