Biodecodificación
Clasificada como el tercer azote mundial por la OMS, después de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, la caries ocupa el primer lugar de los problemas dentales. Banal entre todas, la enfermedad de la caries no es menos reveladora de nuestra vivencia. Contrariamente a la creencia expandida, el azúcar no es la única responsable de las caries. En estado normal, la muela está dotada de una especie de escudo protector que la preserva a través de la saliva. Algunas experiencias científicas muestran que un estrés nervioso prolongado anula la inmunidad natural de la muela. Esta deviene entonces vulnerable a los ácidos que producen las bacterias a partir del azúcar.
En los animales, como en el hombre, numerosos estudios confirman que los sujetos estresados desarrollan más caries que los otros. En la historia de la humanidad, las primeras caries aparecen con la sedentarización. Hace alrededor de seis mil años. De cazador-colector, el hombre se convierte en agricultor. Su alimentación cambia, los cereales cultivados aportan una parte creciente de azúcar. Al mismo tiempo, el modo de vida se transforma. Al civilizarse, el hombre renuncia al nomadismo y vive de una manera cada vez más confinada. Mucho más que del azúcar, las caries serían consecuencia de directa de la falta de libertad. Además, la sedentarización genera tensiones y conflictos de territorio.
Las caries aparecen al mismo tiempo que las primeras guerras tribales. No es un hecho fortuito. Los estreses sociales o psicológicos son una causa principal de ocurrencia de las caries. Según estudios realizados, los sujetos más expuestos son de tipo introvertido con tendencias neuróticas. Una actitud de cierre, de rigidez interior y la imposibilidad de poner palabras a su vivencia (dicho de otra forma, la ausencia de verbalización) favorecen las caries.
La caries traduce la negativa de expresar una parte de sí, un don o una capacidad, en reacción a un acontecimiento que estresa y que marca. La muela afectada indica qué faceta de sí es negada.
De apariencia anodina, la caries oculta un pequeño drama: «Me niego a morder, a defenderme, a manifestarme por la palabra, pero también a soltarme en la vida». La caries traduce el deseo inconsciente de disolverse y de desaparecer. La caries tiene el triste privilegio de ser capaz de destruir el tejido más duro de todo el cuerpo: el esmalte. Traduce el deseo inconsciente de desaparecer para ir al más allá, un mundo desencarnado o virtual. Se niega a morder la vida con todos sus dientes, se niega a alimentarse en todos los planos, rechaza alimentos terrestres, las golosinas, la sensualidad, los placeres, etc. Las caries proliferan en cuanto la persona rechaza la carne. Muchas veces las caries múltiples y profundas acompañan un contexto de depresión.
La persona rechaza su piel y las obligaciones ligadas a la materia: «No quiero existir, lo cotidiano me pesa». Siente el deseo de soltar las amarras, terminar con una vida tan resentida como confinante, quisiera «despegar», para unirse a un mundo donde la vida sería más ligera y más fácil. La aparición de caries múltiples es signo de que la persona «planea», a falta de lastre, de densidad, pierde el sentido de las realidades. Esas caries, profundas e invasivas, que se desarrollan rápido, llegan en momentos en los que ya no se quiere vivir. Es frecuente que coincidan con una enfermedad grave. Estar roído por una caries, por un cáncer u otra enfermedad corresponde a la misma problemática que el cuerpo traduce a niveles diferentes.
Las caries se producen a veces en períodos en los que la persona descuida su cuerpo porque sus preocupaciones están en otra parte, por ejemplo entre los estudiantes estresados por sus exámenes que se agotan intelectualmente en detrimento de la higiene de vida más elemental. La caries indica concretamente el «no» que le decimos a la vida. Es una pequeña muerte y a la vez una invitación apremiante a regresar al aquí y ahora. Las caries traducen el estado de vacío interior que habita en la persona. Analizada en particular, cada caries traduce una falta precisa: material y afectivo (muelas inferiores), educativo (dientes superiores). Las carencias de todo tipo, fisiológicas (minerales, vitaminas) pero también psicoafectivas (presencia, atención) forman parte de nuestros dientes. Por su distribución, las caries se muestran allí donde somos débiles, allí donde nuestra construcción es porosa, frágil o desmenuzable porque de niños no recibimos el alimento (en sentido amplio) que necesitábamos. Por ejemplo, una caries en un primer molar inferior izquierdo (diente de mamá) dice: «Me faltó apoyo materno», una caries en un incisivo central superior izquierdo (diente de la radiación) dice: «Me faltó la mirada benevolente de un padre para construirme».
La caries que roe nuestros dientes es una forma de autodestrucción inconsciente. Traduce la negación a sentir un sufrimiento del pasado inscrito en el diente. El diente, estructura cristalina dotada de memoria, engrana los acontecimientos que nos afectan. Los estreses, traumas, duelos y otros choques emocionales dejan sus marcas en nuestros dientes. La caries tiene por finalidad evacuar la información nociva vinculada a la vivencia dolorosa. Es la solución perfecta que encuentra el inconsciente cuando la persona no puede asumir esa eliminación por medio de un trabajo consciente de liberación emocional (psicoterapia u otro). A través de la caries, proceso de disolución, el cuerpo digiere la información negativa fuente de perturbación. Las caries traducen los estreses de los que, paradójicamente, tratan de aliviarnos. Las caries afectan a las personas emocionalmente frágiles que se destruyen sin atreverse a hablar o a expresar lo que tienen en el corazón (una aflicción), que prefieren destruirse antes que abrirse. Tragarse sus emociones, sus reacciones o sus palabras es allanarle el terreno a la caries. Las palabras no expresadas se cristalizan en dolores de muelas. Entre los niños, las caries de los dientes de leche expresan lo no-dicho de los padres. En cuanto a los adolescentes, sus caries -por lo general numerosas en este período-, denuncian un malestar que de otra forma no puede oírse.
¿Las personas que desarrollan más caries que otras tendrían más sufrimientos que expresar? Seguro. Las personas propensas a las caries tienen una necesidad creciente de decir, de verbalizar. Pero, cuidémonos de concluir que existe un vínculo matemático entre la cantidad de sufrimientos engranados y la tasa de caries. Cada uno posee su propio umbral de sensibilidad. Una persona es capaz de guardar mucho tiempo su sufrimiento antes de llegar a expresarlo mediante la caries. Otra, de naturaleza más sensible, alcanza mucho más rápidamente el umbral de saturación donde es imperativo liberarse.
La caries, enfermedad psicosomática por excelencia, refleja nuestros estados anímicos y nuestras dificultades existenciales. Marca nuestras inconveniencias y fallas. Aceptemos reconocerlas para no sufrir nuestras caries sino para hacer de ellas una herramienta de evolución. Y sobre todo, tomemos el tiempo de comprender el mensaje que nos dirigen las de nuestros hijos para liberar de ese azote a las generaciones futuras.
Construyamos un futuro diferente sobre nuestros sufrimientos.
Libro: El Lenguaje de los Dientes.
Estelle Vereek.

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