Cuento para reflexionar sobre la vejez

Cuento introductorio para reflexionar

En una tribu de indios había un chamán, era el curandero y, sobre todo, el sabio de la tribu. A él se dirigían todos en busca de orientación, consejo para solucionar sus problemas, sus dolores físicos y espirituales. Sabiéndose tan necesario, comprendió que al estar tan viejito era su deber formar a un sucesor que continuase con la importante misión que cumplía dentro de su tribu. Se dio pues, a la tarea de elegir entre los jóvenes. Tomó la decisión respecto a uno que, según su intuición, reunía las condiciones: “Vení, subamos a la alta montaña”.
Así lo hicieron; una vez allí lo invitó a sentarse en una piedra a contemplar el paisaje y escuchar en silencio. “No oigo nada” dijo el joven. “Como todo joven sos impaciente” le contestó el anciano. Al poco tiempo divisaron a lo lejos que se avecinaba una tormenta. El viento batia con fuerza árboles y juncos, de repente un árbol se quebró y cayó al suelo, en tanto, observaban con admiración como los juncos eran vapuleados por las ráfagas y permanecían incólumes en su lugar. Pasó la tormenta y vieron el árbol caído y los juncos en su lugar. El chamán le preguntó al joven: “¿Qué enseñanza podemos aprender de lo que acabamos de ver?”
Ahora, por favor, no siga leyendo y trate de pensar ¿Qué significado tiene este pequeño cuento como metáfora?
Cuando crea que comprendió el significado le pido que siga leyendo. En la vida nadie tiene la salud perfecta, ni la felicidad siempre. Son momentos. Ahora, la pregunta es: ¿Cuál es la reacción que tenemos frente a la adversidad, durante nuestra vida? Frente a los malos momentos por los que pasamos, reaccionamos protestando contra la vida, contra los otros, el destino, la mala suerte, algunos hasta con Dios, contra sí mismos y tantas otras causas. Alguien o algo tiene la culpa de lo que nos pasa. ¿No cree entonces que podemos identificarnos con el árbol? Reaccionamos duros, rígidos, oponiéndonos a todo lo que sucede, terminando quebrados, caídos y agregaría: enfermos física y psicológicamente.
Vivimos mal, con mala calidad, enojados y en guerra permanente con los otros y consigo mismos. Criticamos en lugar de comprender. Esto me hace pensar en el colesterol, que por no hacer lo saludable con terminan endureciendo nuestras arterias, obstruyendo el fluir de la sangre, hasta llevar a un fin anticipado. Podemos caer a extremos como el fanatismo, tenemos la razón siempre, no aceptamos otras formas de pensar y de ser, somos dueños de la verdad, la única, la nuestra.
Nos cerramos como las arterias. Escuchamos decir cuando se emiten críticas “En mis tiempos…” poniendo lo bueno en el pasado. De nuevo pregunto: ¿Ahora no es su tiempo?
Frente a los cambios, aparece rigidez en las respuestas: ¿A mi edad?, yo no puedo, no es posible, yo así ya no puedo cambiar, no espero nada bueno, todo está mal y como dijera Discepolo: “El mundo fue y será una porquería…”, el país, la gente, la juventud, etc.
Si no se identificó con el árbol y si con los juncos, felicitaciones. Frente a los momentos tormentosos de su vida no ofrece resistencia, comprende que son parte de ella, como los buenos momentos.
Todos tenemos que pasar por ellos, la cuestión es cómo los pasamos, con resistencia o lo acompañamos encontrándoles significados. Vemos a la vida como un fluir, un río que siempre avanza, no se estanca en el pasado, siempre cambiante. Gozando de la diversidad, creciendo como seres humanos toda la vida. Gozando de los otros y sobre todo de nosotros mismos.
¿Tenemos buen humor? De acuerdo como pensamos, sentimos y actuamos. Somos responsables de nosotros mismos, de cómo somos en la vida. Con la mente abierta, conectados a la vida en todas sus manifestaciones, que son tantas, aprendiendo siempre. La mente no envejece. La flexibilidad es salud mental y física. Reflexionar (mejor con otros) posibilita la flexibilidad, los cambios necesarios para vivir con sabiduría.
Sabiduría viene de sabor, aprendamos a saborear la vida tal como es realmente, así como saboreamos los saludables y buenos alimentos.
Sobre la autora
Lic. Beatriz Elinger
Psicóloga Clínica
Matr. Nac. 6027
beatrizelinger@gmail.com

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