Bienestar consciente
Considero muy conveniente conocer cómo funciona el cerebro en relación con todo lo que hace a la conducta que tenemos hacia los cuidados de nuestro cuerpo.
Esa gran masa que está contenida por el cráneo, está representada por tres áreas dominantes que hacen a su funcionalidad, por eso decimos que existen (al menos) “3 cerebros”, los llamados: reptiliano, límbico y neocórtex.
La parte más primitiva de nuestro cerebro es la reptiliana, destinada a la supervivencia de la especie. Desde esta zona nos van llegando distintos impulsos que hacen a la prolongación de la vida, generalmente en forma de “alarma”. Tenemos un “sensor” interno que nos manda comer, dormir, ir al baño, tener sexo y también nos informa el estado de salud actual.
De esta manera, cuando este sensor dominado por el cerebro reptiliano detecta que algo atenta en contra de nuestra supervivencia, envía un estímulo suficiente que pueda informarnos de ello. Esto se representa a través de los síntomas, del malestar. Esas son “las alarmas”.
Esto significa que, cuando despertamos una disfunción o enfermedad en nuestro cuerpo, es nuestro cerebro que nos está informando que es hora de cambiar de rumbo y reconducirnos hacia unos hábitos de vida mucho más convenientes, ya que son los principales condicionantes para que enfermemos-sanemos.
Hoy somos la población más enferma que nunca en la historia evolutiva del Ser Humano. Hay estadísticas exuberantemente disparadas de enfermedades totalmente prevenibles, que son casi todas. Y gran parte de esto ocurre porque en el trajín del día a día, nos saltamos todas las alarmas que este cerebro tan sabio envía para que frenemos. No así, ante el mínimo síntoma, acudimos a la medicación química como primera y casi única opción. Estamos actuando en contra de nuestra supervivencia.
Pero, cuando nos vamos saltando las alarmas y anestesiamos el síntoma, nuestro cuerpo lo sabe y el cerebro también, con lo cual grita un poco más cada vez, y lo hará tan fuerte como necesitemos para que lo atendamos como corresponde (*), hasta llevarnos a enfermedades graves. Es así de simple la interpretación de nuestros síntomas a través de la neurociencia. (*) Digo “como corresponde” porque en ocasiones creemos que hacemos lo correcto, pero la realidad es que, si los síntomas no se revierten e incluso aumentan o se repiten, es bueno saber que lo que está fallando es la estrategia utilizada por más sofisticada que se presente, no nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo jamás falla, sólo hace lo que puede con lo que tiene.
Es sabido que la base de la salud, tanto para la prevención como para la curación, es la alimentación y las depuraciones corporales. Esto como primera instancia. Y, seamos sinceros, ante el primer malestar o síntoma de enfermedad cualquiera, ¿quién lo tiene en cuenta realmente? La medicina convencional hasta ahora no. Claramente vivimos en la urgencia y nos olvidamos de lo importante. Y éstos son términos que también tenemos que integrar para concientizar.
Si comenzamos a hacer caso al mínimo síntoma y aprendemos a interpretarlo y reconducirlo, le estaremos dando la posibilidad a que esa célula que hoy nace y crece deficiente, y enferma al órgano al cual corresponde, entonces nazca mejorada; y, por supuesto, inicie el camino de la sanación.
Continuando con el tema, por encima de este pequeño y poderoso cerebro reptiliano, se encuentra el cerebro “límbico”, que es el de las emociones. Y es muy importante conocer que cuando nos vamos alejando del sentir, producto de esta especie de “máquina” en la que nos vamos auto-convirtiendo, estamos básicamente enfermando.
Esta parte del cerebro que manda a ser amados, necesita su dosis diaria de cariño, de emoción, de entusiasmo. El problema es que creemos que somos entusiastas cuando, en verdad, la mayor parte del día solo estamos eufóricos, adrenalínicos, muy lejos de la armonía. Confundimos entusiasmo (alta vibración) con hiperactividad (baja vibración). ¿Cómo nos damos cuenta de ello? Simple: lo primero crece durante el día y hace más simple la vida. Lo segundo nos mantiene bajo exigencia, y en la medida en la que pasan las horas, desgasta más y más.
En definitiva, estar deprimidos, nerviosos o iracundos es, al fin y al cabo, un sentir también. Pero no es a estos sentires a los que me refiero, sino a aquellas emociones que realmente hacen a la calidad de nuestra vida. En este punto, ambos cerebros mencionados hasta ahora van en busca de la supervivencia, pero el primero (el reptiliano) busca vivir a toda costa; y el segundo (el límbico) es más perfeccionista, ya que no sólo busca “vivir” sino, “vivir bien”. Si considera que tus acciones no te están acercando a eso, enviará estímulos (enfermedades más del estilo psico-emocionales) como una invitación a que despiertes, y puedas reconducirte. Todo lo que llega a nuestra vida es producto de lo que magnetizamos con nuestras emociones. Es importante comenzar a reconocer que, si las cosas no van bien con nuestro cuerpo y en nuestra vida, es oportuno salirnos de ese ambiento (físico y social) que es tóxico e ir ubicándonos en un entorno mucho más amigable, que realmente nos lleve a crear pensamientos y emociones de mucho más alto nivel. Así estaremos magnetizando una mejor experiencia de vida.
Por último, está la parte más predominante de nuestro cerebro, aquella que nos hace Seres Humanos, y es la llamada “del raciocinio” o cerebro neocórtex. Este cerebro es el que nos permite interactuar como personas, y es el que manda “estudiar”. Así es de concreto, quiere que nos formemos, está diseñado para captar la información que le vamos acercando, procesarla y disponerla.
Pero estamos mal acostumbrados, ya que cuando tenemos un problema con nuestro cuerpo, lo que hacemos es recurrir a fuentes (personas, libros) que nos digan lo que tenemos que hacer. No hemos construido la capacidad de autogestión de nuestro cuerpo y la salud.
Claro está que, en el camino de la prevención de enfermedades o la recuperación de la salud se hace necesario contar con fuentes que nos sepan guiar. Pero, que nos digan “lo que tenemos que hacer” no es “educar”. Y los problemas que hoy vivimos con nuestro cuerpo son, de alguna manera, por falta de educación, y esto nos compete personalmente. Somos nosotros quienes nos debemos el gran regalo de la superación personal. Las personas que sólo “se depositan” ante el profesional de turno con la esperanza de que les resuelva su problema de salud (un problema que ellos mismos han creado), están muy lejos de ese estado tan maravilloso que es la libertad, la participación activa en sus asuntos y la superación personal.
La conclusión con éxito está orientada a la formación, a la optimización de este cerebro neocórtex que nos permita alinear con éxito a los otros dos cerebros un tanto más primitivos y, si se me permite la expresión, caprichosos. Los cerebros primitivos (reptiliano y límbico) son reactivos, y esa reacción se debe reconducir y nivelar, “estudiando y estudiándonos”.
Por eso, cuando te encuentres en un punto donde hagas lo que hagas nada parezca funcionar, no te critiques y mucho menos supongas que tu cuerpo falla, sólo debes cambiar de rumbos hasta encontrar el que realmente necesitas. Y para ello te recomiendo ir un poco más profundo, sumergirte en tu mundo interior donde puedas redescubrirte, dejar de copiar fórmulas para comenzar a crear la propia, esa que hará que te transformes en tu mejor versión.
Siempre hay una alternativa. ¡Siempre -siempre- se puede empezar de nuevo y cambiar!
Agradezco la posibilidad que me estás dando de ayudarte.
Sobre la autora:
Lic. Patricia Robiano
Holistic Health Coach
www.patriciarobiano.com.ar
info.patriciarobiano@gmail.com
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