Con o sin sobrepeso, la ansiedad por la comida puede ser un problema; y al querer bajar de peso, la ansiedad, que se resiste a ser controlada con la fuerza de voluntad, puede impedir el adelgazamiento o incluso producir un aumento de peso con respecto al inicio de una dieta.

“Lo que pasa es que usted no baja de peso porque no tiene fuerza de voluntad. Lo que tiene que hacer es cerrar la boca.”

¿Oyó esto alguna vez? ¿Le sirvió?

La fuerza de voluntad no sirve para cerrar la boca porque proviene de la función intelectual del cerebro. La fuerza de voluntad es un pensamiento. La ansiedad es una emoción y proviene de una función diferente: la emocional. ¿Acaso es posible amar u odiar con la fuerza de voluntad? ¿Acaso es posible manejar una emoción con un pensamiento? ¿Cuánto tiempo? Tal vez el corto tiempo que media entre una dieta y el atracón compensatorio del malestar generado por la restricción.

Durante un atracón prevalece la emoción, no el pensamiento. En el preciso momento del atracón, los efectos que puede provocar el exceso al comer (gordura, culpa, recriminaciones, vergüenza) forman parte de “lo pensado”, no de “lo sentido”; los efectos indeseables están en nuestra memoria ya que forman parte de nuestra “programación”, incluso de la programación que adquirimos junto con el paquete de las dietas. Y lo cierto es que la comida ingerida con ansiedad, puede calmar. La necesidad del efecto calmante, aunque a veces oculta, siendo una emoción tiene prioridad y adquiere intensidad y velocidad, porque, justamente, es la necesidad del efecto calmante disfrazada de la necesidad de comer. La gordura, siendo en este caso “un efecto” y no “una causa”, cuando viene, lo hace después de la ingesta; la culpa, las recriminaciones y la vergüenza “saltan” de nuestra programación y se “hacen sentimiento” durante la ingesta (conjuntamente o alternando con el efecto calmante) y a veces aparecen inmediatamente después de la ingesta excesiva perdurando un largo tiempo; y cuántas veces la culpa, recriminaciones y vergüenza, constituyen un problema mucho mayor que el exceso de peso. Una persona, que aunque delgada come ansiosamente, puede sentir que está “durmiendo con el enemigo”: su despótico censor interno no lo deja vivir en paz; con sus juicios negativos intoxica su vida familiar, social, laboral, sexual; así también como su posibilidad de crear y de tomar decisiones.

Gordos o flacos, los excesos de comida no son sólo un asunto de comida. El cansancio de hacer dieta y el cansancio de no poder parar de comer pueden convertirse en señales de sabiduría y en indicios de buena salud: con el cansancio, el cuerpo como totalidad (cuerpo físico, emoción y mente) gritan su disconformidad con las restricciones, los excesos y la intolerancia; gritan su disconformidad con las reiteradas subidas y bajadas de peso que pueden arruinar el funcionamiento de la glándula tiroides, ya que el regulador del peso corporal está en el hipotálamo y éste es el coordinador de todo el sistema endocrino.

El cuerpo tiene razones que las matemáticas del peso corporal no comprenden. Sin duda somos mucho más que un cuerpo y un número en la balanza.

Sobre la autora
Elena B. Werba
www.noquierodietas.com.ar
www.elenawerba.com.ar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *