“Es un sentimiento de oposición contra una persona o un objeto, que viene acompañado del deseo de eliminar causa”.
David Mace

Vivimos un momento de la humanidad en general y de nuestro país en particular donde se percibe el enojo en “el ambiente”, y en el “medio ambiente” cuando la naturaleza nos parece enojada con sus “reacciones” a través de inundaciones y cataclismos de variada índole. Se habla del enojo en “las calles”, en las relaciones
Es evidente que este termino esta en nuestra experiencia cotidiana.

¿Emoción o sentimiento?

Si pienso desde la primera (una emoción) me digo que es más propia de los animales que reaccionan primariamente ante aquello que sienten como obstáculo, privación o amenaza para sus intereses vitales, y su respuesta es automática utilizando los recursos genéticos de su especie, por ejemplo: un caballo da patadas con sus patas traseras, un perro muerde, un gato araña.
Los seres humanos, poseedores de cerebro superior o neocortex, atravesamos las emociones con los significados y las convertimos en sentimientos. Es posible que a veces en circunstancias extremas no hagamos este proceso, quizás a ello se refieran los abogados cuando dicen que alguien actuó por emoción violenta, sin embargo es lo menos habitual, en general cuando nos enojamos lo hacemos desde los sentimientos.

¿Qué podemos hacer algo con las vivencias de enojo?

Resignificarlas, trabajarlas, aprovecharlas para modificar las circunstancias que lo provocan, mejorando nuestras relaciones interpersonales.
Los enojos no trabajados se instalan en los vínculos, producen resentimientos, relaciones de circulo vicioso que corroen como el oxido a las personas enojadas.
Pueden revertirse en círculos virtuosos que eliminen la causa y generen armonía vincular.
Los enojos no trabajados son aquellos que se repiten, sea que se niegan o no se expresan y hacen daño al portador, o por el contrario emergen con “furia” eliminando cualquier respuesta positiva en tanto el enojado “furioso” altera su percepción y no escucha, y el que recibe el enojo queda impotente porque haga lo que haga, diga lo que diga, el otro continua o aumenta su vivencia enojosa.
La represión o no expresión del enojo, si esto es habitual como conducta, la noción de si mismo se ve alterado en tanto se disocia del organismo que porta la vivencia, en esta disociación se propende a la enfermedad orgánica y la mental.
Si se da lo segundo, la expresión abierta y sin control, se logra la descarga, pero solo eso, entonces no se resuelve la causa, sea cual fuera esta, sea válida en el sentido de que el enojo es causado por una mala intención, o mal comportamiento de la otra parte, o sea invalida, es decir por una mala captación perceptual del enojado acerca de una acción del otro. En ambos casos la causa sigue abierta, no se puede resolver y anula cualquier posibilidad de encuentro positivo paras ambos. Más aún, no se posibilita dilucidar la validez o no del mismo, y cuando digo validez no me refiero a quien tiene o no razón, sino al sentido de lo que esta en juego.
Es por ello que se habla de enojos buenos y de enojos malos: dando cabida y escucha al otro en sus acciones de respuesta o cuando obturan toda posibilidad de reacción positiva.

¿Es entonces bueno enojarse?

Primero es bueno saber que es inevitable en tanto seres vivos que tenemos intenciones, deseos y necesidades y que muchas veces las circunstancias (otras personas o hechos) los dificultan o impiden, y que ante ello una respuesta posible es el enojo como manifestación de frustración y defensa frente a ella. Manifestación en el sentido de un hacer algo “enojoso” ante el objeto o hecho (romperlo, patearlo, tirarlo), o de una acción verbal o gestual ante la persona que nos produce enojo.
Segundo es también muy bueno saber que hace bien “darse cuenta” de esa vivencia y hace bien expresarla, sino se retiene y se vuelve contra si mismo.

¿Y cuando hace mal?

Cuando uno no se da cuenta, es decir impide su percepción, y por lo tanto su expresión.
Cuando se expresa de manera irascible (ira) y solo rompe, sea un objeto o una relación interpersonal de la índole que sea.

Los que nos dedicamos a las relaciones de ayuda, seamos Counselors, Psicoanalistas, o Psicoterapeutas, estamos en permanente contacto con esta vivencia y sus expresiones.
Los consultantes o pacientes muchas veces vienen enojados consigo mismos o con alguien afectivamente ligados a ellos, y el hecho de que estén en procesos de ayuda favorece su trabajo en tanto se generan espacios de reflexión y resolución, y diría más, bienvenidos esos enojos porque abren el juego al trabajo profundo con la persona afectada. En tratamientos de pareja es lo más habitual, diría inevitable en tanto se confrontan modos de ver la relación que si han pedido ayuda es porque lo están viviendo en idiomas preceptúales diferentes, o porque una de las partes esta enojada por algo que el otro u otra, dice, siente o percibe, que le ha hecho. Algo similar pasa en el trabajo con familias, y en ambos casos es la puerta de entrada a la resolución de una u otra manera del conflicto por el cual se consulta.

El tema pasa por aquellos que no consultan, es por ello importante hacer prevención en el sentido de informar que es una vivencia normal y hasta adecuada si se tramita y aprovecha hacia la reflexión compartida, y es inadecuada y “enfermante” si se la deja libre sea en la expresión irascible y violenta (sea verbal o física), o si se la reprime.

Si usted o sus vínculos están empañándose por el enojo le sugiero que consulte antes que se transforme en resentimiento para consigo mismo, desde quien sea hacia usted, o de usted a quien sea.
Como nos enseñó Aristóteles el sabio camino esta en el justo medio, y muchas veces se esta invadido por esa emoción o sentimiento y no se puede pensar para lograrlo.
Les tiro una pista, que quizás pueda ayudar a una u otra parte del sistema enojado:
Toda conducta, toda acción humana, de una persona, es en principio para sobrevivir, lo que implica que sea lo que sea que haga el otro lo hace desde el sentido de seguir vivo.
Toda conducta, aún la que parezca mas dañina es realizada por alguien que en el instante que la hace cree que esta bien, sea para si mismo o los demás.
Toda conducta puede ser revisada a posteriori y desde la reflexión puede que se de cuenta de su error, o de la incorrección de lo hecho, pero cuando la hizo pensó y sintió que era correcto (sea por lo que fuera).

Del enojo solo se sale aceptándolo como experiencia válida, reflexionando a partir de allí y buscando eliminar su causa.

Sobre el autor
Lic. Andrés Sánchez Bodas
Creador del Counseling en Argentina
Director de Holos San isidro y Epoge
www.holossanisidro.com 
sanchezbodas@yahoo.com.ar

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