Después de leer sobre brazadas a pesar de las olas más terribles; kilómetros pedaleados en solitario con viento en contra o ultramaratones bajo una sensación térmica de treinta grados, lo primero que nos preguntamos es: ¿Qué llevó a estas personas a realizar semejantes proezas deportivas?
Como punto en común, observamos que todos partieron de la práctica de una disciplina que, de a poco, se va transformando en la realización de actividades que incluyen destrezas y habilidades pero marcan la necesidad de vivencias más originales y subjetivas.
Sin embargo, no es el único denominador común, también existe el cumplimiento de un objetivo que estará directamente relacionado con el deseo de cada atleta. Estos deseos y objetivos no se pueden generalizar porque dependerán de cada individuo; de su historia personal y de su propia estructura psíquica. Para algunos deportistas, la meta consistirá en romper una barrera personal; vencer un obstáculo de orden físico o romper un récord que parecía inalcanzable poco tiempo antes. En cambio, para otros, la vivencia de una situación límite como la pérdida de un ser querido, una enfermedad o un accidente suelen convertirse en el puntapié inicial de la búsqueda de una actividad positiva que los ayude a superar las dificultades de la vida cotidiana.

Mens sana in corpore sano

La experiencia profesional nos muestra que realizar una actividad física, en forma sistemática y organizada, disminuye la tensión y genera una sensación de bienestar. Como parte de la naturaleza, nuestro organismo es perecedero y limitado en su capacidad de adaptación y rendimiento. El cuidado de las condiciones físicas y el manejo adecuado de las emociones permiten un mayor autoconocimento para vencer obstáculos externos e internos.
Conocemos el caso de muchos atletas tanto de mediano y alto rendimiento, como deportistas aficionados, que aseguran haber experimentado una íntima comunión entre la naturaleza y su yo durante la actividad física en competencia e incluso entrenamientos. Es un sentimiento que se asemeja a lo ilimitado, un encuentro de armonía con el mundo, una vivencia de plenitud.

¿Qué fines y propósitos expresan los hombres con su conducta, qué esperan de la vida, qué pretenden alcanzar en ella?

Padre del psicoanálisis cuya obra es una permanente fuente de consulta, Sigmund Freud decía que el ser humano “aspira a la felicidad“. Si bien existen caminos que pueden llevarnos a la felicidad, ninguno nos garantiza que lo lograremos, no hay una vía segura e infalible. El mayor desafío será el conocimiento de uno mismo para superar los propios límites y lograr las metas deseadas.
Sobre la autora
Lic. Gabriela Alvarez
Psicóloga (UBA) – MN30.947
Graduada en la Universidad de Buenos Aires (UBA)
Se especializó en Psicología Clínica en el Hospital de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear.
gabrielaalvarez@eldepornauta.com
www.eldepornauta.com

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