Cáncer infantil o cáncer pediátrico es el que afecta a niños y jóvenes. Es importante destacar que cuando afecta a un niño o a un joven lo hace en forma distinta a como afecta a los adultos.

Muchos de los tipos que se dan en la adultez son resultado de la exposición a agentes productores de cáncer como tabaco, dieta, sol, agentes químicos y otros factores que tienen que ver con las condiciones ambientales y de vida. Mientras que las causas de la mayoría de los pediátricos son, todavía, desconocidas.

Los tipos más frecuentes en la adultez son: cáncer de pulmón, de colon, de mama, de próstata y de páncreas. En tanto en los niños y adolescentes, los más frecuentes son: leucemias, tumores de sistema nervioso, de hueso, del sistema linfático (linfomas) y de hígado. Cada uno de éstos se comporta en forma diferente pero todos se caracterizan por la proliferación descontrolada de células anormales.
La mayor parte de los adultos pueden ser tratados a nivel local, en sus comunidades de residencia. En cambio en los niños debe ser diagnosticado con precisión y tratado por equipos de especialistas en oncología pediátrica. Generalmente en los grandes hospitales pediátricos, en centros de alta complejidad o centros universitarios de referencia.
Es importante destacar que en la mayoría de los casos tienen mejor pronóstico que en adultos si acceden al tratamiento adecuado en el tiempo indicado.

El tratamiento supone grandes exigencias para los niños y sus
Familias que durante un tiempo más o menos prolongado deben armar su rutina familiar en función del hospital, de horarios y de cuidados que requiere el niño enfermo. El niño debe soportar procedimientos dolorosos, tomar medicaciones, hacerse estudios, soportar restricciones a lo que eran sus actividades cotidianas antes del diagnóstico y ver limitada su vida infantil. Los papás deben aprender gran cantidad de información, deben aprender los códigos de la institución en la que su hijo se trate, lidiar con las obras sociales y con el banco de drogas, explicarle a familiares y amigos la evolución del niño, cuidar a los hermanos sanos en caso de que los hubiera, resolver su situación laboral, seguir funcionando como soporte de su hijo, etc. Muchos de los pacientes diagnosticados en el interior del país vienen a tratarse a Buenos Aires, viéndose obligados a separarse de sus cosas y seres queridos.

La experiencia de un niño con cáncer y su familia es altamente estresante. Sin embargo es una oportunidad para reconocer fortalezas, cambiar roles, aceptar ayudas, aprender de otros que pasaron por la misma situación y compartir intensamente el tiempo en familia. Para que esto suceda además de los recursos internos de la familia es importantísimo el soporte que la comunidad puede brindar, perdiendo el miedo a acercarse, el temor a impresionarse, valorando que más allá de estar enfermo de cáncer es un niño que necesita jugar, ir a la escuela, distraerse, relacionarse, insertarse socialmente, crecer y desarrollar sus potencialidades.

Sobre la autora
Edith Grynszpancholc
creadora Fundación Natalí Dafne Flexer
www.fundacionflexer.org

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