El campo de la estética ha pasado por diversas etapas a lo largo de la historia, con los baños de Cleopatra, los cosméticos y maquillajes, los masajes, el uso de hierbas, añadiendo un toque distintivo a cada país, historia, ciudadanos, estructuras sociales, guerras, invasiones.

El hombre y la  mujer siempre han querido verse mejor, y aunque ahora nos riamos de algunas historias antiguas, no hay duda de que cumplían un rol muy importante, interviniendo en todos los eventos familiares, políticos, militares, sociales.

Los avances en diversas áreas de conocimiento, invaden todas las áreas que atañen a la vida del ser humano, desde la salud a la estética y viceversa.

Al profundizar el estudio de las funciones anatómicas y fisiológicas del cuerpo humano, surgen inquietudes existenciales y, con cierto esfuerzo imaginativo, podemos reconocer la existencia de un romance energético, que enlaza la imagen que tenemos y vemos en nosotros, con su contenido subyacente.

Para mayor claridad, esa imagen que vemos nosotros, las que ven los otros, las que quisiéramos ver, están ligadas subjetivamente a la respuesta que obtenemos cuando queremos explicar qué significado tiene para nosotros.
¿Qué se gana y que se pierde en este juego accidentado que representa la búsqueda de la belleza a cualquier costo?
Siempre, como en toda acción, algo se pierde y algo se gana.

Detrás de una intervención estética traumática, pueden existir sentimientos de autoagresión, venganza de algo que solo el dueño conoce, ignorancia de todo lo que se gana y todo lo que se pierde en cualquier intervención  “terapéutica”, “restauradora”, “reparadora”, “modificadora”, cuyos resultados solo pueden apreciarse a largo plazo.

Desde mi función profesional en ambos campos, el de la salud y el de la estética, he intentado siempre armonizar ambos aspectos, considerando que algo enfermo, ya de por sí, tiene algo de poco agradable, mientras lo estético se incrementa cuando hay un buen estado de salud.
De acuerdo a este concepto, llegué a la conclusión de que todas las manifestaciones antiestéticas son producto de diversas irregularidades funcionales asociadas con el paso del tiempo y con su poder de “envejecimiento”.

No niego que este descubrimiento es tan  viejo como el hombre, y sin   embargo es  curioso como seguimos esperando la magia que resolverá nuestro abdomen colgante, la celulitis con pozos que llegan hasta el hueso, las dificultades musculares y  circulatorias, los edemas…
Resumiendo: el respeto por la funcionalidad normal de los tejidos, la aplicación de terapias no traumáticas a corto y largo plazo, ayudan a obtener resultados visibles, con una larga duración, y que pueden ser repetidos sin interrupción ni posibilidad de producir ninguna iatrogenia.

Sobre la autora
Klga. Susana Berman
Directora de Unidad Kinésica Integral 
www.uki.com.ar

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