Se sabe, como dicen las viejas, que tu cuerpo recuerda en aquel día todos los dolores que tuviste cuando te parieron.

Las ansiedades, las angustias, los olores, el choque con la luz y el frio, y los oídos desconocidos y lejanos.
De pronto tu cuerpo se siente tan mal tan disgustado tan dolorido hasta que llega la hora en la que naciste y todo cambia.
Desde allí te toca a ti hacer el recuento de las cosas que aprendiste del servicio que prestaste, de las horas que compartiste y del tiempo que verdaderamente fuiste feliz que es el verdadero tiempo que importa.

No hace falta grandes fiestas ni grandes tortas solo hace falta tu agradecimiento por haber completado un círculo más de aprendizaje. De agradecer que se te dio este tiempo para que gozaras de este mundo hermoso, de tu cuerpo físico, de las delicias que puedes tocar, ver, comer, olfatear y de todos los sonidos que pudiste atrapar en tu oído.

¡Qué magnifico sería que tu oído solo haya escuchado lo bello, lo que agiganta al ser humano, lo que hace fuerte al que lo escucha. Y que hayas desechado todo aquello que destruya!

Hace mucho tiempo niña fue muy enojada a la punta de un cerro, era su cumpleaños y como se le habían perdido dos ovejas, las queridas de su abuela tuvo que ir a buscarlas. Tan enojada estaba como podía ser que nadie se había acordado de ella, que solo las ovejas importaban. Que nadie la había felicitado.

Caminó tan disgustada hasta dar con los animales y los traía por el camino a punta de piedra.
Al llegar al alto de la puntilla encontró a una vieja, muy vieja, tremendamente vieja, sentada coqueando.
La llamó por su nombre:-dime Waira por que le pegas a esos animales.
La niña tenía 8 años y le contó a la vieja que nadie se había acordado de ella y que era su cumpleaños.

La vieja se sonrió y le dijo:- mira ese árbol hoy cumple 100 años no veo a nadie que le este felicitando o regalándole cosas. Sin embargo está vestido con su mejor follaje y cantando con el viento agradeciendo un año más de vida, un año más de servicio para ser casa para los pájaros, de dar madera para las bateas, leña secas para los hornos, sus frutas para los animales salvajes y algarrobos para la aloja y la harina de los hombres. Nadie le canta feliz cumpleaños pero él está profundamente feliz.

Piensa Waira tú eres menos que ese árbol ¿no niña? Tienes tanto por dar, tanto por trabajar tanto por vivir. La niña agradeció a la vieja y comenzó a caminar mirando el árbol cuando volvió y mirar la vieja pachama ya no estaba. Con los años comprendió que el mejor cumpleaños era el de un corazón agradecido y en servicio.

Investigación:
Vera Alaniz
Autora: Rita del Valle Cejas
Saberes de los Indios Quilmes

Fuente:
www.cusihuasi.ning.com

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