¿Cuántas veces después de haberte propuesto un objetivo, frenas al primer obstáculo? ¿Cuántas veces piensas, que este no es el mejor momento y lo dejas para después? Esta disposición no necesariamente acarrea consecuencias indeseables para el individuo o para su entorno. Con frecuencia, sin embargo, tiene consecuencias altamente perjudiciales para ambos.

Hay dos tipos de procastinación: la que afecta a cuestiones cotidianas tales como posponer eternamente el arreglo de un artefacto en la casa, la preparación de un examen, el orden en el escritorio o la visita al médico, y la que afecta a los objetivos y proyectos fundamentales de la propia vida. Muchos personas han perdido trabajos y relaciones afectivas por su permanente disposición a posponer.

Las postergaciones con uno mismo: con la salud (ej: dejar de fumar) o con la vida afectiva (ej: poner fin a una relación sentimental destructiva),la decisión de terminar una carrera etc.

Hagamos lo difícil inmediatamente y tomémonos un poco más de tiempo para lo imposible. El momento para hacer eso que piensas es ahora. Nunca es lo suficientemente tarde para comenzar. Así que empieza ya!!

Al principio se muestra optimista, cree que esta vez sí lo hará. O cree que el comienzo ocurrirá mágicamente, sin ningún tipo de planeamiento sistemático. Sólo cuando transcurrió un buen tiempo cae en la cuenta de que tal vez no ocurra. La ansiedad se intensifica, ahora se siente presionado para empezar, pero la fecha de entrega todavía no llegó. Ya no se trata del comienzo ideal, ahora no es optimista. Incluso llega a imaginar que nunca va a empezar, con las horribles consecuencias que sobrevendrán si no empieza. Llama a los amigos tras meses de silencio, o emprende alguna actividad, pero ninguna relacionada con lo que tiene que hacer y piensa: “Bueno, al menos hago algo”. Va al cine, pasa el fin de semana con amigos, pero aunque trate de disfrutar, el recuerdo de lo que no hizo ensombrece el fin de semana. El goce está salpicado de culpa, disgusto y estrés. A veces inventa elaboradas mentiras para justificar su dilación, pero piensa “Todavía tengo tiempo”. En la siguiente etapa ya se desespera. Se promete –en vano- no procastinar de nuevo.

Investigación:
Vera Alaniz para TodoSalud

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