El homeópata tiene un acceso al paciente propio de una medicina humanista, e intenta la comprensión del desarrollo de la enfermedad dentro del proceso vital de cada enfermo.

El síntoma homeopático se vuelve un signo de desequilibrio de la totalidad del paciente, dado que la fuerza vital está omnipresente en cada parte del ser humano. Y el objetivo último de la curación no es sólo la desaparición de los síntomas de determinada entidad clínica –asma bronquial, úlcera gástrica o la que fuera-, sino el equilibrio completo del paciente y de éste con su entorno. De esta forma le brinda herramientas para que logre su desarrollo personal sin el obstáculo que le produce la enfermedad. En este punto se diferencia radicalmente de la medicina oficial –la alopatía-, que adopta en general una visión mecanicista de la dolencia del paciente.

Aunque disímiles en su concepción, las corrientes terapéuticas no son contradictorias sino que pueden complementarse, de acuerdo al grado de severidad de la enfermedad del paciente. La Homeopatía es una terapéutica fundamentada en una filosofía de la biología de corte vitalista, la que sustenta que cada ser humano está animado por una fuerza vital. Para la Homeopatía, cuando esta fuerza vital se desequilibra se produce la enfermedad.

Dado que la doctrina homeopática piensa además que no hay una escisión entre la psiquis y el cuerpo sino una unidad, el desequilibrio mencionado se muestra en forma sintomática en ambos planos. El regreso de la fuerza vital al equilibrio se produce con la adecuada elección de un remedio de origen natural, preparado a dosis infinitesimales, y de acuerdo a la totalidad de los síntomas que pesquisa el médico homeópata en su práctica. El médico aplica la llamada “ley de la semejanza”, la cual promulga que aquella sustancia que produce determinados síntomas en un experimentador sano, cura los mismos en el paciente que los trae a la consulta (similia simillibus curentur).

Sin embargo, la medicina oficial prefiere no considerar complementaria a la Homeopatía, sino alternativa; aduce para esto la falta de evidencia, hasta la actualidad, de resultados de acuerdo a la aplicación del método científico que hoy se halla impuesto como válido en los estudios clínicos. Además, la peculiar forma de preparación de los remedios en dosis infinitesimales hace que se los considere inertes. Asimismo, el abandono de las ideas vitalistas en la filosofía de la biología hace aparecer a la Homeopatía como una disciplina al margen de la ciencia. 
No obstante todas las prédicas contrarias muchos médicos serios, deseosos de dar mejores respuestas a sus pacientes, siguen volcándose a su estudio. Y muchos pacientes siguen también beneficiándose con una terapéutica no aprobada por la intelligentsia médica, pero que resulta ser eficaz para sus padecimientos.

Un poco de Historia

La Homeopatía fue descubierta por Samuel Hahnemann (Meissen, 1755 – París, 1843) quien creó el nuevo sistema terapéutico, decepcionado de los rudos tratamientos habituales de su época. Observó que el medicamento que se utilizaba para el tratamiento de la fiebre terciana, la cinchona officinalis, era capaz de producir en sus manifestaciones toxicológicas síntomas similares de la misma enfermedad. Concibió entonces la idea de realizar experimentaciones de las substancias en sujetos sanos, comenzando la práctica en sí mismo con la cinchona. De sus numerosos escritos resaltan: Órganon de la Medicina (1810), Materia Médica Pura (1811), Enfermedades Crónicas, su Naturaleza y Tratamiento Homeopático (1828). Hasta el fin de su vida Hahnemann fue combatido tanto por médicos como por farmacéuticos de su época. Sin embargo, su sistema se expandió entre discípulos de toda Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
En Argentina hay referencias del uso de remedios homeopáticos ya en 1817; en dicho año en el cruce de la cordillera de Los Andes, el Gral. San Martín llevaba consigo un botiquín homeopático que le ayudaría a mitigar sus enfermedades. En 1869 nació la primera institución de Homeopatía, la Sociedad Hahnemanniana Argentina cuyo órgano de difusión fue el Boletín que apareció hasta 1871. En ese año se abatió sobre Buenos Aires una epidemia de fiebre amarilla, teniendo durante la misma una acertada actuación los homeópatas de la época. Por los resultados obtenidos se juntaron más de veinte mil firmas de habitantes de la ciudad que fueron elevadas a la Cámara solicitando la creación de una Facultad Homeopática. Se perdió la votación por dos votos, y hubo acaloradas discusiones que acabaron en el terreno del honor. En esos momentos existía la Sociedad Homeopática Argentina, creada luego de la obligada disolución de la anterior Sociedad. A pesar de los logros, fueron grandes las presiones que se ejercieron en contra de su desarrollo: entidades tales como el Consejo de Higiene, la Facultad de Medicina y la Academia de Medicina en una u otra forma rechazaban los embates de los partidarios de la homeopatía. Dicho rechazo desde los círculos oficiales se mantiene hasta la actualidad.
El homeópata argentino más reconocido del siglo XX fue el Dr. Tomás Pablo Paschero, quien fundó en 1972 la Escuela Médica Homeopática Argentina, lugar de referencia de homeópatas de todo el mundo. Desde 1993 la Federación de Asociaciones Médicas Homeopáticas Argentinas reúne a las instituciones más representativas del país y desde el año 2000 existe el Colegio de Médicos Homeópatas, ambas entidades con un objetivo común: la defensa de la correcta práctica de la homeopatía hahnemanniana. Un elevado número de personas en la Argentina prefieren los tratamientos homeopáticos a los convencionales. Sin embargo, a diferencia de países como México, Brasil o Ecuador, sigue sin considerársela aquí como especialidad médica.

Sobre el autor
Dr. Gustavo A. Cataldi
Director de la Escuela Médica Homeopática Argentina “Tomás P. Paschero”
Escuela Médica Homeopática Argentina
Tomás Pablo Paschero
info@escuelapaschero.com.ar 
escuelamedica@fibetel.com.ar 
www.escuelapaschero.com.ar

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