Nuestro territorio se va delineando durante toda la vida. Tenemos un territorio desde el instante mismo de la concepción, que va ampliándose y modificándose hasta el nacimiento. Luego, otro tipo de territorio comienza y se desarrolla acompañando nuestro crecimiento psicofísico.

Si tenemos la inmensa suerte de ser alimentados según nuestra demanda, podremos recurrir a nosotros mismos para pedir el alimento y para decir basta. Recurrir a nosotros mismos, pedir y obtener una respuesta coherente con nuestras necesidades nos permitirá confiar en nosotros y los otros.

Nuestros adultos nos “hablan” desde la concepción. Sus sensaciones nos llegan y van aportando elementos a nuestro territorio. A la edad de dialogar, ya hemos estado dialogando con ellos desde que somos una idea en sus mentes. A los dos años o antes, con el “no quiero” a flor de labios, nuestro territorio interior comienza a esbozarse en lo exterior.

A la edad de dialogar, las palabras que escuchamos nos nutren o nos contaminan. Las palabras nutricias nos ayudan a validar y construir nuestros espacios interiores y exteriores. Las palabras contaminantes —como los juicios negativos—, que hipotecan nuestras decisiones con culpa o vergüenza, van diluyendo o rigidizando nuestras fronteras singulares.

Nuestro territorio desbordado, nuestra obesidad, no es un asunto sólo de comida. Nuestro territorio desbordado nos está indicando que necesitamos reformular nuestra manera de ponernos y poner límites.

Sobre la autora
Elena B. Werba
Fragmento del Libro digital: Salir de la adicción a la comida, a las personas, a…
www.noquierodietas.com.ar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *