Buscando otro destino
A veces un animal vive en una casa u otro lugar y por alguna razón, se va. Algunas veces por un rato y otras veces simplemente se va para no volver.
Los seres humanos, en general, nos angustiamos mucho. Yo tengo mis propias hipótesis de las causas de la huida.
El animal no está cómodo con lo que está sucediendo en el lugar donde está. Y como cuando uno no está en paz en algún lugar, y puede irse, se va.
El animal no está castrado y hay alguna hembra en celo en algún lugar. No tiene que ser muy cerca, el olfato les permite percibir las feromonas desde muy lejos. Siente curiosidad por conocer el mundo fuera del lugar donde se encuentra, sobre todo porque no tiene mucho estímulo (se aburre) y quiere ver qué hay más allá de los límites. No suele salir mucho y en cuanto tiene la oportunidad, sale a ver qué otras cosas encuentra.
 
Elige buscar otros destinos para cumplir su misión.
Los seres humanos solemos ayudar a animales que vemos en situación de calle para darles lo que consideramos, por supuesto desde nuestra mejor intención, lo que creemos mejor para ellos. Pero no siempre lo que nosotros creemos es lo que ellos sienten como correcto. Depende de las situaciones. Puedo contar varios casos distintos.
En uno de ellos, estaba cuidando por unos días a Kimi, que en esos días vivía con mi hermana y mi sobrino. Decidí ofrecerle la posibilidad de caminar con un paseador y su manada mientras estuviera en casa. Y se lo di a la persona que en su momento paseaba a Polo. En un momento determinado, me avisa esta persona que Kimi se le había escapado, a unas 30 cuadras de aquí (a 40 cuadras de su casa). Imaginen mi angustia: yo estaba cuidando al perrito de mi sobrino ¿Cómo le decía que se había perdido cuando regresara? (era justo ese mismo día). Recuerdo que ese día tenía terapia. Claudia, mi terapeuta en esa época me dijo que confiara en Kimi. Que él seguramente sabía lo que hacía. No podía atravesar mi propia angustia, sobre todo por la sensación de haberle fallado a mi sobrino y haberle perdido al perro. Tenía mucho miedo de que le pasara algo, que tuviera un accidente, que lo atropellaran, que lo robaran. Caminé cuadras y cuadras, llorando desconsolada, avisando a todo el mundo que me llamaran si lo veían. El resumen es que Kimi volvió solo a su casa, caminando más de 40 cuadras. Cruzó calles y avenidas (incluso Juan B. Justo, y Av. San Martín). Y esperó pacientemente en la puerta, hasta que una vecina le abrió. Desde ese día, aprendí que los animales son inteligentes, deciden, toman decisiones sobre los lugares en los que quieren estar. Como hace cualquier ser con poder de decisión.
En otra situación, me consultaron por un perrito que se había escabullido de su casa. Instantáneamente supe que no salía mucho (por lo tanto le costaría un tanto volver, porque no conocía los olores de la zona). Me lo confirmaron. Lo buscaron por la zona y el perro apareció. Otra vez, me consultan, con mucha desesperación por un perro perdido. Era un adolescente, y se había ido tras una perra en celo. Después de un par de días, volvió campante como una lechuga, después de haber disfrutado de la vida.
Hay gatos que prefieren quedarse en casa y otros que son paseanderos y territoriales. En general, saben volver. Lo único que necesitan es recorrer un poco el mundo fuera de sus cuatro paredes.
Recuerdo que otra vez me consultan por una perra muy segura de sí misma, que se había ido y hacía unas cuantas horas que no volvía. La perra me dijo que se había ido de paseo con un amigo (perro) que paseaba por ahí y que regresaría al día siguiente. Cosa que hizo panchamente.
Por último, me consultan por una gata que se fue de la casa. Había tenido cría hacía poco. Igual que los humanos: había nacido un bebé y la perra de la historia anterior vivía en la casa. El caos en la casa era importante. Previa mudanza, bebé pequeño, perra juguetona, padres con los nervios crispados, cría no deseada recién nacida. La gata lo que quería era paz. Decidió irse a otra casa, donde pudiera estar tranquila, en la que pudiera descansar sin interferencias. Ella no volvió.
En otra historia, Peke fue rescatado de la calle, presuntamente habiéndose escapado previamente de algún lugar (estaba bien cuidado y alimentado). Y fue encontrando distintos lugares en los que cumplir su misión de alma movilizadora. Y volvió a escaparse. Hasta que decida quedarse. Porque tiene recursos para sobrevivir.
Creo que aquí el aprendizaje fundamental para los humanos es comprender que no somos los dueños de los animales (como no somos dueños de nadie, ni siquiera de nosotros mismos, según mi opinión), sino solamente sus cuidadores. El cuidado implica darle al ser amado lo que él o ella necesitan y no lo que nosotros pensamos que necesitan o consideramos correcto para ellos. Y a veces ellos quieren otra cosa. A veces prefieren estar en la calle, libres y no en una casa en la que se sienten encerrados. Y está bien. (Sé de casos de personas en situación de calle a las que les ofrecen ir a un refugio y eligen no ir, porque se sienten atrapados, prefieren quedarse en la calle, aunque los demás creamos que estar en un lugar con comida y cama es mejor para ellos).
Es normal que nos angustie que alguien a quien amamos se vaya. Pero me pregunto: ¿No es mejor irse de un lugar o de una relación donde uno no está bien?
Si logramos conectar con nuestra humildad y la apertura a conectarnos con la dimensión espiritual de la vida, creo que podremos reconocer partes del cuadro que hasta ahora no habíamos visto.
 
Sobre la autora:
Lic. Verónica Kenigstein
www.habloconanimales.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *