Cada ser humano es un recuerdo de lo que fue la Tierra en el momento de su nacimiento. Ya los orientales lo decían: en la semilla está el árbol, en el principio está la potencia de todo. Quiere decir que nuestra forma de empezar determina gran parte de nuestras potencialidades.
La astrología me regaló unos lentes nuevos para mirar el universo. De repente empezaron a tener sentido muchas cosas, los de afuera dejaron de ser los responsables, y los ciclos trajeron todo nuevamente, de forma circular como el mandala natal. Con mi carta natal comprendí mi origen y mi destino. Comprendí mis talentos y mis detrimentos, mis herramientas y mis lugares “débiles”. La carta natal es la foto del cielo en el momento (y desde el lugar) de nuestra primera bocanada de aire. Todos nacemos en el momento preciso, no importa si es programado, por cesárea o parto natural. De nada sirve evitar “ciertos días” para parir, el niño traerá lo que tiene que traer, si no es el signo de su sol o luna, será en el ascendente (que se juega en la hora) o en los planetas por casas.
En el inicio está muy resumido, y a extrema velocidad, el todo. De ahí el dicho “no empezar con el pie izquierdo”. Significa que la experiencia fundante de nacer será de vital importancia porque es, en resumidas cuentas, nuestra manera de vibrar, nuestra matriz energética. ¿Eso determina nuestro futuro? No, cada uno de nosotros tiene inmensa cantidad de materia prima y hace con ella lo que puede. Sin embargo, en la carta natal se ven nuestras pasiones, nuestras áreas más importantes, nuestros conflictos básicos y nuestras promesas, vocaciones y misiones. Todo a nivel energético, no en eventos concretos.
Una energía marciana puede manifestarse con deporte o con agresión. La energía taurina puede materializarse en muchos bienes o en pleno y despojado contacto con la naturaleza. La energía geminiana puede inclinarse hacia el don de la palabra o hacia el comercio. Justamente la astrología nos enseña a relacionar como “similares” cosas que para el resto de la gente no son compatibles, cuando energéticamente expresan lo mismo. ¿Qué tienen en común la música, el servicio, el sacrificio, la poesía, el chamán? Son todas expresiones piscianas de falta de borde, total identificación con el otro, amorosidad y falta de palabra. Lo esencial que junta todo es el principio “pura empatía y simbología”. Podríamos agregar el lenguaje de los sueños, el cine, los lenguajes sagrados y el inconsciente colectivo. La astrología es una nueva forma de pensar la realidad. Para conocer de astrología hay que conocer las luces y las sombras de cada carta natal.
Sobre la propia carta se pueden superponer muchas otras cartas (tránsitos, revoluciones solares, cartas de hijos, parejas, cartas familiares). Nada tiene que ver con el horóscopo que leemos en las revistas. Se trata de un proceso de autoconocimiento y de comprender la cualidad del tiempo. Es decir, cuándo es un momento apropiado para una cosa u otra, aceptando los tiempos del universo.
Como las semillas, que no todas se plantan en cualquier época del año. Así somos nosotros, orgánicos y a la vez simbólicos. Culturales y animales. Soberbios e infinitamente pequeños. Lo más probable es que un ser se identifique con el signo de su sol, o la casa del sol y la luna. Más difícil le resulta con el ascendente y los planetas más alejados del sol. Lo interesante es conocer la historia de la persona para poderle hacer una devolución. Conocer qué se le juega a la persona en el entorno o en el destino. Todo lo que el otro vive y le resulta incómodo o violento es parte de su energía en acción, no integrada. Pongo un ejemplo: una mujer con energía marciana y venusina en la carta (todos tenemos a Marte y a Venus en algún lugar de la carta como todo el sistema solar, pero supongamos que la señora los tiene en posiciones muy fuertes y presentes) que se identifica sólo con su costado venusino (belleza, arte, femineidad, sociabilidad, encanto y armonía) y para nada con su lado marciano (masculino, penetrante, guerrero, impulsivo, deseante, atacante). ¿Dónde se juega Marte en su vida? En los vínculos y el destino. Por ejemplo: puede sufrir accidentes a menudo, operaciones quirúrgicas, robos, o vincularse con personajes “marcianos”, combatientes, guerreros, violentos o deportistas, por ejemplo. ¿Qué hacemos entonces? Buscamos poner Marte “adentro”, traerlo a su vida por decisión personal. Comenzar a hacer actividades marcianas. Trabajar su cuerpo, su agresividad, hacer deporte, enfrentarse al público, acampar. Y algo se integró, no necesita llamarnos a la puerta constantemente para decirnos “acá estoy”. Si estoy deprimido, tengo que poner Saturno adentro. Tomar la ley interna. No se trata de hacernos un mundo de colores, a veces nos conviene encerrarnos en una habitación gris o hacer un retiro para estar mejor, hay maneras y maneras de vivir la restricción de Saturno y su pedido de maduración. Hay casos inversos, donde algo que se “juega” adentro hay que ponerlo afuera, cuando vivimos situaciones de dolor permanentemente, nuestro Escorpio nos pide mirar el dolor ajeno, contactar con el dolor afuera.
El mandala zodiacal tiene sentido como un todo. En Aries, abre la explosión energética. En Tauro, se hace cuerpo, se estabiliza. En Géminis, aparece el vínculo, el puente y la comunicación. En Cáncer, la tribu, la pertenencia, el hogar y la memoria. En Leo, la diferenciación de la tribu, la expresión. En Virgo, la idea de sistema, de pertenecer a algo mayor, de entrega. En Libra, aparece por primera vez el otro, la danza del compartir, la pareja. En Escorpio, la sombra que dejamos de lado vuelve a nosotros para ser integrada, lo prohibido. En Sagitario, el fluir de la vida, el viaje, el sentido y las creencias. Para que en Capricornio se llegue a la máxima expresión de la forma, lo más estable, las metas cumplidas, el rol social. En Acuario, se rompen las estructuras previas, se incluye lo inesperado, lo futurista y no aceptado socialmente. Y en Piscis, se disuelve la energía, para volver a estar en estado puro como en Aries, y todo es identificación, sensibilidad y amorfo. La rueda nos enseña que justo cuando algo toma su mayor forma y realización (Capricornio, la parte más alta del mandala), comienza a disolverse. Y cuando está explotando, tenderá a estabilizarse y tomar forma.
Sobre la autora:
Violeta Vazquez
Autora de “Basta de repetir la historia Familiar” y de “Dar la Teta”
Editorial del Nuevo Extremo
www.delnuevoextremo.com

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