Qué tal si recordamos alguna fiesta en la que hayamos sido invitados y cuyo anfitrión esté por cumplir su cambio de década. Ahora bien, supongamos que nuestro protagonista excede sus 50 años, o más. Imaginemos la escena. Seguramente comenzaremos por observar las conductas de los invitados como si se tratase de un colorido paisaje humano…
Allí nos encontraremos con los infaltables símbolos sexuales; los futbolistas de las ligas internacionales; los atletas y los actores de Hollywood. Todos dobles, claro está. Esos hombres cotidianos pero con cuerpos de gimnasios, poseedores de pocas arrugas y con sus bíceps y tríceps bien entrenados. Vestidos con modernas camisas, usando gorras y relojes de diseño exclusivo al mejor estilo Europeo. Entre esas personas también hay mujeres: Luciendo sus largas cabelleras producto de alisados definitivos, con botox en sus labios y siliconas en sus senos. Caminando por pasarelas imaginarias, con zapatos de tacos altos y vestidos al mejor estilo Madonna y Lady Gaga.
Que difícil de entender esa “segunda adolescencia” en la que hombres y mujeres se transforman en esa lucha incansable contra el tiempo. El look de la nueva generación “teens” en la que no solo engloba a los más jóvenes. Sino también, a muchos adultos entrando casi, en la tercera edad. Claro, que también están quienes prefieren la “naturalidad”, la cara lavada o el “entre casa”. Y despojados de caretas y maquillajes, sienten el placer por la belleza natural donde el valor no pasa por la frivolidad sino por la frescura. En ellas aparece la espontaneidad de una musa que nos deleita con sus encantos heredados y no adquiridos. Mujeres cautivantes donde el culto por la belleza es más un ideal de altruismo que de sencillez.
Sabemos que cuando el ser humano se va acercando hacia su vejez y a la finitud de su vida parece resignar el paso del tiempo y lo esquiva de la mejor manera posible: ¡Negándolo!
Desde el miedo a envejecer iniciamos un trayecto de regresión hacia la “eterna juventud”. Tales son los casos de quienes llegan a cierta edad en la que habiéndose apoderado de bienes y adquisiciones, empiezan un camino espiritual. Comienzan hacer ejercicios y todo tipo de actividades: Yoga, reiki, gimnasia, arte, danza, terapia, entre otras. Completan agendas semanales como si el tiempo se les escapara como arena entre sus dedos. Se suben a cintas imaginarias y salen a correr, caminar, andar en bicicleta y en rollers. Practican deportes extremos: Escalan montañas, se tiran en parapentes y hasta planean helicópteros. Se alimentan sanamente, dejan de fumar y de beber alcohol. Y comienzan un recorrido de restricciones y prohibiciones como si fuesen monjes budistas en pleno proceso de abstinencia. Todo aquello con tal de no quedarse afuera del “…divino tesoro”. Dejan de aceptar la edad para pasar a competir con los más jóvenes, pues eso los hace sentir más vivos.
¡Tampoco exageremos! No hay que llegar al final de nuestras vidas para renovarnos y recapacitar. No debemos acordarnos tarde de que la vida es un regalo y que tenemos el compromiso de cuidarla. De ese modo surge la inevitable pregunta:
¿Qué es el BIENESTAR? Podemos pensarlo como el modo que encontramos de sentirnos más plenos en compañía de acciones que nos resulten saludables tanto para nosotros, como para nuestro entorno. Las maneras de “estar bien” son las que promueven hábitos saludables. Veamos algunos ejemplos:
-Alimentarnos sanamente
-Hacer deportes
-Tener contacto con la naturaleza
-Expresar emociones y sentimientos
-Compartir la compañía de familiares y amigos
-Valorar nuestros logros admitiendo nuestros errores
-Festejar los eventos importantes de la vida
-Aprender de los defectos
-Mantener buen sentido del humor
-Saber perdonar las acciones que nos duelen de los demás
-Adaptarnos a la vida
-Sentirnos dichosos
Para todo aquello, debemos asumir un compromiso personal con nosotros mismos. Adaptando la ciencia al servicio de la salud física, psíquica y espiritual. Entendiendo que no sólo somos un cuerpo, sino que estamos llenos de sensaciones y sentimientos. Desde ese pensamiento no hay porque temerle al paso del tiempo. Sino invitarlo a que llegue de la mejor manera. Que nos agarre en plenitud y confianza. Con salud física y dignidad emocional.
Sobre la autora:
Lic. Sabrina R. Liñeira
Psicóloga Clínica – Psicoanalista
Sabrina Liñeira
licsabrinaruth@yahoo.com.ar

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