¿Qué es el “dolor crónico”?
El dolor crónico es una experiencia sensorial y emocional compleja que excede a la afección puntual de una herida o una enfermedad que lo haya disparado.
Esto es, un paciente con dolor crónico puede haber resuelto la causa original de su dolor (por ejemplo una lesión vertebral o un trauma) y, sin embargo, aún con esa lesión “curada”, su cerebro sigue emitiendo y/o recibiendo señales de “dolor”. Es como si la “computadora central» del sistema (el cerebro para la medicina, la mente para el yoga) quedara “tildada” con un programa de dolor.
Las personas con dolor crónico experimentan depresión, ansiedad, miedo, conflictos familiares y sentimientos de aislamiento e impotencia que afectan negativamente su calidad de vida. Para comprender y tratar eficazmente el dolor crónico, es importante adoptar una perspectiva multidimensional que tenga en cuenta no solo factores físicos sino también cognitivos y emocionales. Los tratamientos interdisciplinarios de dolor crónico que combinan la terapia cognitivo-conductual y la terapia física vienen demostrando hace décadas tener mejores resultados en comparación con las intervenciones unidimensionales. Y justamente esto se debe a que abordan aspectos vinculados a las emociones, la atención y los pensamientos.
¿Por qué yoga?
Entre los enfoques mente-cuerpo, la práctica del yoga ha demostrado su eficacia en ensayos controlados para tratar trastornos musculoesqueléticos que incluyen osteoartritis, síndrome del túnel carpiano, dolor de cuello y espalda, así como para aliviar la ansiedad, la depresión, la ira y el insomnio.
Yoga propone un abordaje multidimensional del ser humano. Lejos de ser una terapia “física”, yoga es una definición de un estado de la mente. Toda intervención del yoga apunta a silenciar o dormir patrones mentales negativos que nos hacen sufrir y despertar y activar aquellos patrones mentales positivos que nos permiten sortear los desafíos que se nos presentan en la vida. La búsqueda del yoga no es crear un mundo perfecto sino perfeccionar el conocimiento y funcionamiento nuestra mente. Desde ahí, nuestra manera de percibir, procesar y asimilar la realidad cambia. Por tanto, sufrimos menos.
¿Qué es la mente para el yoga?
Es importante entender que para el yoga tenemos diferentes tipos y/o niveles de la mente desde donde funcionamos.
Los niveles más externos de nuestra mente son los que nos vinculan con “el afuera” (el mundo). El mundo es “bueno” o “malo”, “lindo” o “feo”, “blanco” o “negro” desde estos niveles de percepción. El sufrimiento es muy palpable en este estado de la conciencia.
Vivimos nuestra vida alternando todo el tiempo entre experiencias que nos hacen felices (“buenas y lindas”) o nos hacen infelices («malas y feas”). Los niveles más profundos (calmos, estables, sabios) de nuestra mente nos llevan a una conexión superior (más inteligente) con nosotros mismos. Desde aquí funcionamos con un grado de consciencia que trasciende lo dual. Podemos afectarnos por lo que sucede en el mundo (nuestros afectos, el prójimo, etc.) pero eso no cambia un estado de cierta conexión, fortaleza y paz interior que nos sostiene. Mucho más allá de un estado ideal de “no sufrimiento” (que además de imposible suena a cierto adormecimiento o indolencia), este tipo de mente más interna nos permite percibir y experimentar la realidad con mayor resiliencia.
En nuestra vida cotidiana solemos estar la mayor parte del tiempo funcionando desde los niveles más superficiales. Por lo tanto, solemos estar expuestos y vulnerables a un sufrimiento constante (que en muchos casos vamos solapando con negación).
¿Qué herramientas propone el yoga?
El objetivo del yoga es lograr que nuestra mente más superficial no sea tan protagonista.
Esto es, la necesitamos para funcionar en el mundo pero yoga busca que adquiramos cierta capacidad para conectarnos más seguido con los niveles más profundos y más fuertes de nuestra mente. Las herramientas que dispone el yoga son variadas y su efectividad va a depender de la naturaleza o personalidad de cada ser humano así como del tiempo de entrenamiento que tenga.
Es bastante habitual escuchar los efectos de “la meditación” (yoga es sinónimo de meditación) como la panacea que soluciona todos nuestros problemas. Si bien el entrenamiento en prácticas meditativas nos va regalando todo esto que venimos mencionando (conectarnos con una mente más profunda, autoconocimiento, erradicación de patrones negativos de percepción, fortaleza y autonomía), la “meditación” no es algo que podamos obtener de un día para el otro simplemente por ir a una clase grupal, leer un libro o que algún profesional nos transmita una técnica de visualización.
Entonces, así como nuestros músculos se entrenan progresivamente, nuestra mente también. A su vez, cada herramienta requiere de un tiempo y una planificación sutil para ir asimilándola.
Entre las herramientas más conocidas del yoga encontramos:

  • Asanas” (posiciones inteligentes del cuerpo vinculadas a respiraciones específicas),
  • Pranayama” (técnicas precisas de respiración con el cuerpo en quietud)
  • Visualizaciones “Bhavana
  • Uso de sonido “Mantras”, entre otros.

¿Yoga o yoga terapéutico para abordar el dolor crónico?
El yoga no nació hace miles de años para abordar “problemas de salud” sino para acceder a estados de conciencia más elevados y/o refinados.
En nuestro contexto, todas las veces que queremos ver los efectos del yoga en dolor crónico u otras afecciones (depresión, ansiedad, insomnio, fobias, asma), necesitamos ajustar las herramientas de una manera detallada, inteligente, apropiada. En esos casos, es imprescindible contar con profesores formados seriamente en el tema. No se trata de “acomodar” las herramientas «un poco” para que los alumnos puedan llegar a “las formas” sino comprender la complejidad de cada alumno para llegar a guiar su proceso de sanación. Así como contar con el conocimiento adecuado de la función de cada herramienta para poder traducirla -sin trivializarla- al lenguaje de los cuerpos-mentes del siglo XXI.
Sobre la autora:
Gabriela Binello
www.yogapersonalizado.com

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