Un aspecto indispensable en la construcción de una pareja sana y satisfactoria es la verdadera intimidad. Pero, ¿se puso a pensar alguna vez qué significa esta palabra?
Propongamos una definición posible de lo que consideramos un delicioso postre.
Ingredientes: Ternura, afecto, cariño, cuidado, estímulo, dulzura, solidaridad, armonía, bienestar, felicidad, confianza, confiabilidad, perdón, picardía, autoestima, complicidad. Mézclense bien los ingredientes, con paciencia y cuidado, cocínense a fuego lento hasta lograr la consistencia deseada (preferiblemente suave, gustosa y bien condimentada).
A medida que practique esta receta (poniéndole por supuesto, el toque personal y las necesidades y gustos de cada uno de los dos que van a disfrutarla) y con tiempo y dedicación, lo que conseguirá, muy probablemente, será un alta dosis de intimidad para dos.
El escritor Robert Sternberg en su libro El triángulo del amor dice que la intimidad se refiere a aquellos sentimientos dentro de una relación que promueven el acercamiento, el vínculo y la conexión, e incluye en ella 10 elementos:
1. Deseo de promover el bienestar de la persona amada.
2. Sentimiento de felicidad junto a quien se ama.
3. Gran respeto por el ser amado.
4. Capacidad de contar con la persona amada en momentos de necesidad.
5. Entendimiento mutuo.
6. Entrega de sí mismo y de sus posesiones a la persona amada.
7. Recepción de apoyo emocional por parte del otro.
8. Entrega de apoyo emocional al otro.
9. Comunicación cercana.
10. Valoración mutua.
Si buscamos la palabra intimidad en algunos diccionarios encontraremos: amistad muy estrecha y cercana; parte personalísima, comúnmente reservada, de los asuntos o afecciones de una persona o familia. Y se habla de íntimo como lo más interior o interno; el amigo muy querido. Encontramos además, otros componentes: zona espiritual íntima y reservada, al que se agrega el ingrediente de la confianza.
H.S.Kaplan, especialista en temas de sexualidad y pareja, dice que la intimidad es “un lazo afectivo… que incluye una preocupación mutua, responsabilidad, confianza y comunicación… así como un intercambio franco de información sobre los eventos emotivos significativos”.
“La intimidad se logra cuando hay dos personas expuestas al mismo tiempo, mostrando las partes buenas y malas, que usualmente mantienen escondidas. La intimidad se logra cuando dos personas se sienten vulnerables al mismo tiempo, confiando cada uno en que el otro no herirá su fragilidad. La intimidad se logra cuando dos personas ven y son vistas simultáneamente, con total conciencia de sus vulnerabilidades respectivas y con la intención de continuar la danza. La intimidad aparece cuando abandonamos nuestros viejos patrones de persecución y rechazo, cuando confiamos en exponer las partes que pueden ser heridas, cuando vemos y somos vistos por lo que realmente somos. La intimidad aparece cuando nos internamos en la distancia que nos da seguridad y tendemos un puente, abandonando el poder que sostenemos contra el otro. La intimidad aparece cuando tocamos y nos dejamos tocar”.
La intimidad aparece cuando el vínculo entre dos personas es tan estrecho que los componentes que acabamos de nombrar están muy a flor de piel y se produce entre los integrantes de la pareja un feedback, un ida y vuelta fluído, casi sin proponérselo, que permite salirse de los patrones rígidos para actuar desde el ser y no desde el deber ser.
Dos requerimientos básicos para la intimidad son el tiempo y la privacidad. Para construir una relación íntima es necesario dedicarle tiempo, en un ámbito de privacidad, que permita que ese espacio sea sólo de los dos involucrados. Dos de los pilares que la sostienen son el compartimiento y la revelación del yo (exposición, entrega, vulnerabilidad franca) con la seguridad de que no habrá daño o destructividad. Si estos pilares se renuevan permanentemente hasta llegar a ser hábitos en nuestras vidas, es posible tener una visión más clara del sí mismo y del otro; conocerse y entenderse mejor a sí mismo y a quien está al lado.
Con el paso del tiempo, estos pilares se vuelven más selectivos, y priman situaciones cotidianas que requieren “atención urgente” (niños, trabajo, situación económica, etc.). Es importante darse cuenta de la necesidad de no perder el contacto profundo y fluído entre los miembros de la pareja, aun cuando hayan pasado muchos años de compartir la vida.
Para más información
Verónica Kenigstein
Facilitadora de procesos de transformación transpersonal,
Sexóloga .Especializada en parejas y en comunicación
www.campodeconciencia.com