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Arcillas

Entre los pueblos primitivos, que vivían en contacto directo con la naturaleza, la utilización de la arcilla era moneda corriente.

Los egipcios la utilizaban en la momificación de los cuerpos, ya que conocían los principios purificadores de la misma. Los griegos la utilizaban para el tratamiento de las fracturas.

Pero los responsables del renacimiento de la fangoterapia como se denomina comúnmente a la terapia con arcillas y fangos, han sido los naturópatas alemanes, Kneipp, Kuhn, Just, y Felke.

Existen diversos tipos de arcilla, con diferentes cualidades. La calidad de la misma está determinada por la composición química y la presencia de cuerpos extraños. Cuanto más virgen y puro es el lugar de extracción mayor será su acción. Es muy común asociar esta arcilla con la empleada en alfarería, que contiene antiplásticos (material que se agrega a la arcilla para facilitar el secado, dar mayor porosidad al producto y reducir la plasticidad de la pasta) que no la habilita para su uso terapéutico.

Actúa inteligentemente aportando el factor faltante para restablecer el equilibrio. Es por eso que podemos observar que a veces, ante la aplicación de un emplasto, la arcilla puede reaccionar generando calor o frío, de acuerdo al caso y al cuerpo en particular.

La arcilla pura, desinfecta y cicatriza heridas y quemaduras. Si bien no se puede decir que la arcilla actúa específicamente sobre algunos tipos de virus o bacterias, su presencia evita su proliferación, reforzando las defensas propias del organismo, neutralizando los desechos, asegurando el drenaje y ayudando la evacuación.

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