Momento de profundas transformaciones, en lo espiritual, físico, emocional y mental.
Se avecina un tiempo nuevo, diferente. Con nuevas cualidades de encuentros. Para entrar en él, es necesario re-construirse, sanar internamente. Aprender a estar bien, feliz, sin pareja. Hacerse amigo/a de sí mismo. Fortalecer el propio centro. Explorar el disfrute, la alegría, el sentido del humor, el amor por sí mismo y por las cosas sencillas. Saber que no necesitamos estar con alguien para sentirnos completos. Somos completos. Se trata de aprender a saberlo y sentirlo. Entonces, si ocurren, los encuentros serán abundantes y amorosos, pero no necesarios. Ni adictivos. Desde la libre elección y conciencia. Desde el Yo te elijo y Tú me eliges.
Observamos una especie de cataclismo en lo que a relaciones se refiere: Personas que se encuentran con quienes sienten una maravillosa conexión (a veces quizás de mucho tiempo de soledad) y a quienes les toca transitar la separación, a veces incomprensible, a nivel mental, para una de las partes (o quizás hasta para ambas). Personas que están solas hace mucho tiempo y añoran un encuentro que no llega y les duele la soledad. Hay quienes sienten que han encontrado a la persona para ellos y por alguna causa no pueden estar juntos físicamente todavía por diversas razones (distancia geográfica, relaciones que no han terminado, uno o ambos necesitan trabajar algunas cuestiones individuales, entre otras).
En este momento de quiebres, donde las cosas son distintas a lo que internamente nos gustaría, lo sabio es acompañarse en el propio dolor y cuidarse para no enfermarse por la lucha interna (eso es lo que enferma). Es lógico estar triste. Toda transformación, todo cambio profundo, es doloroso. Como un parto. Probablemente, hay quienes se preguntan: ¿esto que siento es real? ¿Es una ilusión? ¿Cómo sé qué es mío y qué es del otro? ¿O lo que es de ambos? En todo caso, potencial fuente de filosofías y vueltas: ¿qué define la diferencia entre lo real y lo ilusorio? Para cada uno, lo que siente, es real, independientemente del futuro de la relación y/o de los sentimientos del otro. Y la clave está en reconocerlo, aceptarlo y transitarlo con confianza en sí mismo/a.
En estas circunstancias, lo que aflora es una profunda necesidad de confirmación, de saber si lo que sentimos es verdadero, de saber si el otro finalmente va a recapacitar, si el otro siente o sentirá lo mismo que nosotros. Si (estando dentro de una pareja quebrada) habrá posibilidades de encontrar una nueva modalidad, mutuamente satisfactoria. Si finalmente nos encontraremos con alguien “a nuestra medida”.
Es un patrón, que se repite. Ponemos en el afuera, en un otro, el amor. Esto, que nos cuesta tanto comprender en el cuerpo, es lo que necesitamos aprender: el amor está COMPLETO, dentro de nosotros. No necesitamos a nadie para sentirnos completos, no somos «la mitad de un alma». Pero nos enseñan otra cosa y ese aprendizaje está muy incorporado (literalmente, hecho cuerpo).
Hay mucho dando vueltas sobre las almas gemelas. Las almas gemelas no son, necesariamente, aquellas personas que, como pareja, nos «completan» y nos hacen felices para siempre y con quienes todo es perfecto, sino aquellas que vienen a nuestra vida para traernos un aprendizaje fundamental, para ayudarnos a crecer, a evolucionar espiritual y humanamente. Aunque cuando nos encontremos en algún momento, este encuentro sea «perfecto» a nivel espiritual, en el cual sentimos que somos parte de la misma esencia. A veces puede ser una pareja, otras puede ser un hijo o progenitor u otra cosa. Alguien con quien nos sentimos muy en comunión, con una sensación inmensa de plenitud y conexión, de amor total. Pero lo importante es el aprendizaje y el crecimiento. Y sólo cuando estamos internamente completas/os podemos hacer aquello que venimos a hacer en conjunto con un otro, sea la relación de la naturaleza que fuera.
Probablemente, sientas un dolor abismal en este momento. Te vas a dormir y lloras con un dolor intenso, profundo y muy grande. El desencuentro duele.
A veces, seguramente, te preguntes: para qué me ponen estas situaciones dolorosas y difíciles de atravesar. Y la respuesta es: para aprender que tu ser es más fuerte que los embates de la vida. Y que, en abundancia o no, con o sin pareja, con más o menos trabajo, con más o menos dinero, sigues siendo, en conciencia.
Probablemente sientas dolor en el pecho. Es esperable; es porque se está terminando de limpiar el cuerpo emocional, para dejar entrar nuevas energías, limpias y amorosas. Es necesario tener paciencia. Recemos para que en algún momento termine de sanar el dolor en el pecho. Confiemos en ello. Y sepamos que ya hemos regresado a casa.
Sobre la autora
Lic. Verónica Kenigstein
Facilitadora de procesos de transformación transpersonal, terapeuta psico-corporal, especializada en parejas y en comunicación, sexóloga.
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