A lo largo de toda nuestra vida tenemos experiencias con otras personas. Cada una de estas experiencias, cuando es significativa, constituye un vínculo que crea una corriente energética entre ambos, con una determinada vibración y color, como una onda magnética.
Estos vínculos que ocurren afuera, se internalizan y pasan a constituir nuestro mundo interno, formado por todas las experiencias pasadas significativas, a las que hemos organizado otorgándoles un cierto valor, según cómo las hayamos interpretado y vivido.
Así, cada uno de nosotros puede tener por ejemplo, un vínculo con una madre protectora, otro vínculo con un padre exigente, otro vínculo con una hermana que le pegaba; otro con una tía que lo llevaba a pasear, otro vínculo con una maestra que lo descalificaba, y todas estas experiencias pasadas se internalizan y pasan a formar un mundo interno, hecho de vínculos.
Con los años, a veces nos protegemos a nosotros mismos identificándonos con la otra parte de este vínculo, es decir en este caso, con nuestra madre y tendemos a proteger a otros, con nuestro padre y nos tornamos exigentes, nos golpeamos aun sin querer, nos descalificamos como lo hacían con nosotros, y así sucesivamente, es decir nos identificamos con lo que nos hacían y tendemos a hacérselo a los otros.
Esto no es algo lineal. Hay interjuegos más sutiles en estos vínculos. La forma en la que internalizamos los vínculos depende también de cómo los hemos vivido y sentido en el pasado, y esto suele no coincidir con lo que ocurrió en la realidad. Por ejemplo tomemos que nuestra madre nos protegía, pero también hubo una manera particular nuestra de reaccionar frente a esto, lo cual modifica la situación. Lo que se internaliza, entonces, es el vínculo tal como lo hemos vivido con las modificaciones que nuestra imaginación le haya agregado.
Es como si dos personas tiraran de una soga y crearan un vínculo especial, con una vibración particular. Lo del medio, la soga es el vínculo. Todas estas sensaciones y vínculos se internalizan y forman el acopio de experiencias de cada individuo. Podríamos decir que son personajes internos que hacen, dicen y proponen cosas. A veces también nos mandan, sobre todo cuando no los reconocemos como externos internalizados y creemos totalmente lo que nos dicen. En una personalidad medianamente sana, conviven deseos y necesidades que salen desde lo más profundo de la interioridad hacia el mundo externo. Vienen del «darse cuenta», de la percepción de lo que el cuerpo necesita. Esta percepción -siempre que no se la desvíe- forma parte de una energía inteligente que trae un conocimiento intuitivo de lo que cada uno necesita para subsistir. Es el principio de Vida que une y que busca el bien, lo bueno para el organismo. Esto es lo natural.
Sin embargo aparecen la cultura y el mundo externo. Entonces, cuando tenemos una necesidad, antes de que podamos darnos cuenta o inmediatamente después de darnos cuenta, ésta se nos borra, pues aparece con más fuerza una voluntad contraria venida del exterior: la exigencia, resabio de algún antiguo vínculo que nos dice: NO.
Si tenemos por ejemplo un mandato externo «Debo ser una persona buena y comprensiva», puede coincidir con que queramos ser buenas personas y elijamos serlo en muchas ocasiones. Pero también necesitamos desde nuestro interior ser buenas personas con nosotros mismos, entonces, en una situación en la cual tenemos que decir que no, porque no coincide lo que nosotros necesitamos con lo que otra persona nos demanda, estaríamos en un conflicto entre ser buenos con nosotros y decir que NO al otro, o si decimos que SI cuando no podemos, dejamos de ser buenos con nosotros y de tenernos en cuenta, que es lo que muchas veces ocurre y nos sacrificamos, lo cual no es justo ni necesario seguramente.
La opción no es «O O» sino «Y», es decir tenernos en cuenta a las dos partes y ver en cada momento decidir qué es lo mejor, sin sometimientos, ceder si se puede por libre elección, no por miedo o por mandatos. Hasta aquí venimos describiendo los personajes internos entre los cuales están las exigencias.
Estas exigencias son Gestalts fijas, formas fijas, estereotipadas, mandatos antiguos que quedaron atascados y automáticamente repiten órdenes que no tienen vigencia. No nos sirven hoy.
Como la voz de la exigencia está relacionada con mandatos del pasado, no mira, ve, oye ni percibe cuáles son nuestras necesidades actuales. Por lo tanto, no son afines con nuestras funciones yoicas de adaptación, percepción y juicio de realidad.
Sobre la autora
Lic. Mabel Allerand
Directora del Centro Gestáltico Transpersonal
allerandmabel@yahoo.com.ar
www.a-mabel-allerand.com