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Neumonía infantil

La neumonía es un tipo de infección respiratoria que afecta a bronquios y pulmones, constituyendo la principal causa aguda de mortalidad infantil a nivel mundial, ya que se calcula que mata 1,6 millones de niños pequeños cada año, más que el SIDA, la Malaria y el Sarampión combinados, lo que supone casi el 20 % de todas las defunciones de niños menores de cinco años. Estas son cifras importantes, sobre todo teniendo en cuenta que la neumonía puede prevenirse mediante la inmunización con vacunas, una alimentación adecuada y el control de factores ambientales nocivos.

Causas

Diversos agentes infecciosos: virus, bacterias y hongos causan la neumonía, siendo los más frecuentes el Estreptococco pneumoniae y el Haemophilus influenzae de tipo b (Hib), constituyen las causas más frecuentes de neumonía bacteriana en niños pequeños, mientras que el virus sincitial respiratorio es la causa más frecuente de origen viral. También son muy frecuentes las neumonías virales y bacterianas mixtas, basadas en la asociación de diversos germenes: Neumococo, Micoplasma, diversos virus, germenes Gram (-), Estafilococo pneumoniae, Hemophilus influenzae y otros microorganismos. El Pneumocystis carinii y jiroveci es una causa importante de la neumonía en lactantes y niños seropositivos HIV / SIDA.

Menos frecuentemente se constatan casos de neumonía por Dengue y graves casos de Neumonía hemorrágica, de origen viral y caracterizados por su alto índice de mortalidad.

Transmisión

La neumonía puede propagarse mediante diversas vías. Los virus y bacterias que frecuentemente habitan en la nariz y garganta de los niños pequeños, pueden infectar los bronquios y pulmones al inhalarse. También pueden propagarse por la vía aérea, transportados por las pequeñas gotas de saliva que se expulsan en la tos y estornudos de otros pacientes infectados, o por medio de la sangre, durante el parto.

Síntomas

Los síntomas de la neumonía producida por virus o por bacterias son similares.

Los más frecuentes son los siguientes: respiración rápida o dificultosa, con tos, fiebre y escalofríos, que se acompaña de silbidos en el pecho (sibilancias), pérdida de apetito y sobre todo dolor abdominal y en el tórax. En los cuadros más graves, la neumonía puede ocasionar incapacidad para alimentarse, ingerir líquidos, así como pérdida de conocimiento, descenso de la presión arterial (hipotensión), hipotermia y convulsiones. Estos cuadros graves se caracterizan también por presentar frecuentemente tiraje subcostal (depresión o retracción de la parte inferior del tórax durante la inspiración).

Factores de riesgo

La mayoría de los niños sanos pueden controlar la infección pulmonar mediante sus defensas naturales, si presentan un estado inmunobiológico normal. Cuando su inmunología se altera, hecho especialmente frecuente entre los niños inmunodeprimidos, presentan un mayor riesgo de contraer neumonía. El sistema inmunitario del niño puede debilitarse por desnutrición, sobre todo por la carencia de lactancia materna. La presentación simultánea con enfermedades como el sarampión, la gripe A o las infecciones por HIV asintomáticas, aumentan el riesgo de que un niño contraiga neumonía. De la misma forma inciden los factores ambientales como la contaminación del aire interior de la vivienda, sobre todo en situaciones de hacinamiento, por utilizar leña para cocinar o calefaccionar el ambiente y el tabaquismo familiar. Son todos factores importantes que aumentan la posibilidad de que los niños contraigan una neumonía.

Tratamiento

La neumonía puede tratarse o no con antibióticos, pero en el primer caso los mismos deben ser recetados en centros de salud u hospitales, aún cuando la inmensa mayoría de los casos de neumonía infantil puede tratarse eficazmente en el hogar. Se recomienda la hospitalización de los lactantes de menos de cuatro meses de edad, así como de los casos muy graves, en los que ocasionalmente se debe inducir un coma farmacológico.

Prevención

La prevención de la neumonía es fundamental para reducir la mortalidad infantil. La inmunización mediante la vacunación contra la gripe, neumococo, sarampión y tos ferina es la forma más eficaz de prevenir la neumonía. Una nutrición adecuada es clave para mejorar las defensas naturales y la inmunología del niño, especialmente mediante la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida. También puede reducirse el número de niños que contraen neumonía corrigiendo factores ambientales como la contaminación del aire interior, evitando el tabaquismo familiar y la combustión de leña o carbón en el interior de las viviendas. También es aconsejable la prevención de la neumonía infantil en los niños seropositivos HIV / SIDA mediante la administración de Cotrimoxazol, antibiótico que reduce la posibilidad de que estos niños contraigan neumonía, de frecuente culminación fatal. Existen otros hábitos que disminuyen dicho riesgo: el cumplir el calendario de vacunación, la consulta preventiva pediátrica rutinaria, evitar la automedicación por parte de las madres de niños pequeños cuando presentan síntomas de resfrío o gripe, con fiebre, decaimiento o dolor abdominal, dificultad para respirar, con silbidos en el pecho y pérdida del apetito. También son importantes, el consultar al médico ante el menor malestar, el lavarse las manos frecuente y repetidamente, el taparse la nariz y boca al estornudar o toser, con el pañuelo o con el antebrazo y el no interrumpir la lactancia en épocas de epidemia.

Todas éstas son efectivas medidas de prevención para evitar el contagio de una enfermedad, que como la neumonía puede constituir una fuente de complicaciones, que pueden eventualmente ocasionar la muerte del niño pequeño.

Sobre el autor
Dr. Miguel A. Lacour
alergianasal@gmail.com
www.lacouralergianasal.com.ar
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