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Madres

Las madres, son individuos. Tuvieron una historia, una madre, crecieron en un cierto ámbito social, llegaron a la maternidad con una cierta carga personal y una subjetivación propia de lo que es ser mamá, lo que esperan o detestan de esa nueva etapa.

Las mujeres tienen sus propios deseos, sus inquietudes personales, sus problemas y sus carencias. En medio de esa evolución normalmente humana, llega el niño y por el resto de la vida mantendrán ese vínculo -aún a su pesar-.

La maternidad está hecha por personas. Es dable desmitificar la figura de heroína o diosa que se crea en torno a la mujer que pare y cría. Se trata de individuos falibles, difíciles, incompletos, temerosos, incapaces, malos, atormentados, sin aspiraciones, poco preparados, fríos, apáticos, dolidos, crueles, tristes, envidiosos, inseguros; como todos los demás.

Ser mamá, además de maravilloso, quizás algo mágico, condición que no pierde por la habitualidad; es tediosa, agotadora, difícil, trabajosa y eterna. ¿Por qué nadie dice eso? Que se diga no convierte en negativa la experiencia, sólo se expresa la verdad. ¿Por qué las mujeres que ya fueron madres le mienten a las que no lo son? El silencio sólo abre un abismo mayor frente al conflicto. Cuando uno puede compartir las experiencias y reconoce que no está sólo, ni es único en ella, lo vive con menos culpa y trauma. Cuando se abre el juego, puede entrar el humor sanador.

La construcción del vínculo

Un equipo dirigido por la doctora Ruth Feldman de la Universidad Bar-Ilan, en Israel, fue el primero en estudiar la oxitocina, llamada «la hormona del amor y el apego». Según su investigación, durante la gestación la hormona circula en el cuerpo de una mujer embarazada y es la clave para establecer la fuerza del lazo emocional y de conducta que unirá a la madre con su hijo. Pero, por las experiencias, pareciera que no todas las mujeres la tienen o la desarrollan en la cantidad justa.

Se ha creado una fantasía idealizada del vínculo madre e hijo con esa imagen de mujer preñada balanceándose en una poltrona mirando su panza mientras la acaricia. Ese supuesto vínculo es un deseo, no es un hecho fáctico. En tal caso, se trata de un lazo con una panza a la que se habla, se ama, se sueña, se espera; pero un vínculo, por definición, es un sentimiento de ida y vuelta, donde las partes involucradas dan y reciben, donde unas y otras se necesitan y preocupan. El vínculo es el resultado de un proceso que se construye con naturalidad o con decisión, pero no surge por generación espontánea de un minuto al otro.

Es un punto clave en materia de crianza porque el vínculo con el criador primario (que habitualmente es la madre, es aquella persona a la que el niño toma como referente en su primer tiempo de vida) redundará en la formación de confianza en su temperamento. El primer paso con el que se gesta este lazo es con acciones repetidas en el tiempo a partir de cubrir las necesidades que el niño expresa. Ese mecanismo empieza a crear una sensación de seguridad en el hijo que percibe que es capaz de hacer saber de sus requerimientos, que es entendido y satisfecho. Allí se funda la base del respeto, la confianza y el cariño.

En este intercambio, el bebé es el ser desvalido que requiere del adulto atención porque no puede valerse por sí mismo. No obstante, el lazo al revés, el del padre hacia un hijo no se establece de manera automática aunque haya predisposición. Para el adulto es un proceso que se desarrolla a lo largo de la vida, como consecuencia de intercambios comunicativos entre padres e hijos. Si el adulto no siente apego, debe garantizar la atención correcta de su hijo. Si no se logra llegar al ideal de sentimiento, habría que plantearse si esa sensación no es mítica; no se trata de lo que se supone que se debe sentir y no lo que sucede en la realidad.

Habrá mujeres que podrán elegir qué ser y sentirse seguras para rechazar lo que no quieran ser, entre otras cosas, ser mamás. Otras serán lo que puedan y, en los peores casos, otras están condenadas a no ser o a hacerlo pésimo. Como en todos los actos de la vida, serán o no felices e impactarán a otros.

Sobre la autora
Flavia Tomaello, autora “Mala Madre”.Editorial Urano.
www.flaviatomaello.com

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