La sociedad moderna ha desarrollado innumerables corrientes académicas para la formación de expertos en muchas especialidades, sin embargo, no existen universidades que enseñen el camino de la vitalidad.
La formación impartida en las facultades de medicina alopática se concentra en la aplicación de terapias con la finalidad de curar a quienes ya están enfermos, se empeñan en un objetivo inconsecuente con lo primordial de la salud. Esta formación tiene un propósito tardío pues el sentido común evoca la necesidad de enseñar a preservar la salud y a prevenir la enfermedad fisiológica y mental.
Se han perdido las tradiciones vitales y por ello la sociedad se debate entre tanta enfermedad. Debemos re-educarnos, en lo mental, emocional y fisiológico, desaprenderse de viejos hábitos, y aprender a autoeducarnos. Felizmente sí, existen educadores “no formales” que enseñan el arte de la vitalización.
La salud o enfermedad duraderas siempre dependen de las conductas que forman el modo de vida de las personas. El trabajo más importante para promover la vitalidad no consiste en encontrar alternativas más costosas y sofisticadas para curar las afecciones, sino en el proceso necesario de educación para no provocarlas. Es de elemental sabiduría que la salud preventiva debe ser la principal estrategia personal, familiar y política, sin embargo, la intención de curar dolencias mediante todo tipo de terapias se multiplica aceleradamente, mientras muy pocos son los grupos que procesan estilo de vida saludable como condición preventiva.
Atender los futuros trastornos de nuestros hijos y familiares, es una idea absurda muy arraigada en la sociedad moderna, como si estas situaciones fueran incontrolables y del azar, las personas se aterran al pensar que puedan verse atrapadas sorpresivamente por afecciones y sin dinero para acceder a los costosos tratamientos del sistema. Cuando no disponemos de principios esenciales para generar la salud dentro del hogar, por responsabilidad propia, vivimos en constante amenaza por las enfermedades que pueden aparecer “de repente”. Parecería que estas fuesen astutos delincuentes, capaces de invadir el hogar en cualquier momento. Las afecciones no llegan de manera accidental. Se debe dejar atrás el considerarlas “de origen desconocido” “causada por microorganismos” o de “origen hereditario”, pues somos nosotros los que las provocamos, las llamamos para que entren y es imprescindible poder reconocer esta realidad para poder cambiar nuestras vidas.
Sólo es posible gozar de una vida saludable por medio de procesos educativos de autocontrol tomando conciencia de que somos nosotros quienes provocamos las dolencias.
Sobre el autor
Guillermo Yamiz
Educador con orientación macrobiótica.
Director de la Revista Eclipse y responsable de Productos El Duende.
Para más información: elduendeva@yahoo.com.ar