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Triglicéridos

El tejido adiposo del ser humano se compone en su mayor parte por triglicéridos y representan la principal reserva de energía del organismo.

Si una persona padece sobrepeso o lleva adelante una dieta desequilibrada (con un alto aporte de grasas saturadas, azúcares simples y bebidas alcohólicas), las concentraciones de triglicéridos en sangre pueden ser elevadas. Esto trae como consecuencia un espesamiento de la sangre que puede favorecer el desarrollo o avance de daños en las arterias.

Múltiples factores desencadenan las enfermedades cardiovasculares

Factores inmodificables:

Edad: a mayor edad, aumenta el riesgo.
Sexo: masculino, mayor riesgo que el femenino, a excepción de las mujeres menopáusicas que equiparan su riesgo con el hombre (esto puede reducirse con una terapia estrogénica de reemplazo).
Herencia genética: hay ciertos tipos de hipercolesterolemias que son hereditarias y provocan un aumento desmedido del colesterol LDL en sangre; esto ocurre por una falla de recepción en los tejidos, por aumento de su producción o por errores en su eliminación. Algunas de las hipercolesterolemias familiares suelen producir también triglicéridos elevados y HDL bajo. Las personas que sufren este tipo de enfermedades tienen altos niveles de colesterol, independientemente de su alimentación. Este puede reducirse parcialmente con ciertos cambios en el estilo de vida. Antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares.
Diabetes: los picos elevados de azúcar (glucosa) en sangre pueden favorecer al deterioro progresivo de las paredes internas de las arterias, colaborando en la formación de ateroesclerosis. Esto se agudiza sobre todo cuando no hay un buen control de la enfermedad.

Factores modificables:

Fumar: la nicotina, así como otras sustancias que ingresan al organismo al consumir cigarrillos, colabora en el desarrollo de la ateroesclerosis.
Sobrepeso y obesidad: cuanto más se aleja una persona de su rango de peso ideal, mayores son las probabilidades de tener LDL alto, HDL bajo y de padecer diabetes y/o hipertensión.
Hipertensión: cuando no está bien controlada, la sangre es bombeada con una fuerza tal que es posible que dañe las paredes de las arterias, aumentando el riesgo de formación de ateromas (placas de la ateroesclerosis). Dichas acumulaciones pueden ser arrastradas hacia otros lugares, generando la obstrucción de otras arterias.
Elevado nivel de estrés: en estas circunstancias, y sin que el individuo lo perciba, el organismo produce una cantidad de hormonas del estrés (como cortisol y adrenalina) que influyen de forma muy negativa sobre la presión sanguínea y la resistencia del sistema inmunológico.
Sedentarismo: favorece el sobrepeso y priva al organismo de los beneficios que aporta la actividad física.

Factores alimentarios:

-Consumo elevado de alimentos ricos en colesterol.
– Ingesta excesiva de alimentos ricos en grasas saturadas. Se ha demostrado que este tipo de grasa colabora en el aumento del colesterol LDL (malo)
– Consumo de alimentos ricos en grasas trans, que son perjudiciales por elevar el colesterol malo, además de disminuir el bueno.
– Seguir una dieta pobre en fibra, cuyos beneficios para reducir el colesterol ampliaremos más adelante.
– Incorporar más calorías que las que necesitamos, favoreciendo la aparición de sobrepeso.

¿De qué manera prevenimos las enfermedades cardiovasculares?

Disminuyendo el consumo de alimentos ricos en colesterol, grasas saturadas y trans.
Controlando el peso corporal: para evitar los efectos indeseables que acarrea el sobrepeso Consumiendo alimentos fuente de omega 6: se descubrió que los omega 6 contribuyen a reducir el colesterol malo (LDL), pero su exceso también puede reducir el bueno (HDL).
Incluyendo en la dieta alimentos ricos en omega 3. Este tipo de grasa tiene múltiples beneficios:
Reducir los valores de triglicéridos y LDL, y aumentar los de HDL.
Disminuir la presión sanguínea y mejorar la fluidez de la sangre.
Poseer un importante efecto antiinflamatorio, mejorando los síntomas de enfermedades como lupus, colitis ulcerosa y enfermedad de Cronh, entre otras.
Debe haber un equilibrio entre la ingesta de omega 6 y omega 3. La relación ideal establecida para el consumo de omega 6 y omega 3 es de 5 a 1 (5 omega 6 cada 1 omega 3). Siendo tolerable una relación 10 a 1. De esta manera los dos tipos de nutrientes pueden cumplir sus funciones y son mejor aprovechados por el organismo.

Sobre las autoras
*Vilma Lo Presti – Autora «Repostería y Panadería con Chía»
*Valeria Curutchet – Lic. en Nutrición / MN 4372 UBA 
www.cookingchia.com

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