Si vamos al diccionario “Larousse”, leemos que Deseo es: movimiento del alma que aspira a la posesión de alguna cosa. Si recurrimos al diccionario etimológico “Intelecto”, leemos que la palabra deseo es un sustantivo que proviene del latín desiderare, prefijo intensivo de y siderare; de sidus, sideris (constelación, signo celeste).
En el mundo Psi, podemos afirmar que ha sido Sigmund Freud, el que lo hizo más notoriamente, dándole un carácter inconsciente al mismo, una expresión que surge de lo auto desconocido por la persona, que se manifiesta en conductas sintomáticas y en los sueños.
Es también, importante ver, la vinculación que hace, entre este término y los de Instinto y Pulsión, desde los cuales, observa que la principal motivación humana es la sexual, en tanto la necesidad de supervivencia y que está siempre en el fondo de cualquier emoción, sentimiento o conducta.
Sin embargo, no es este autor, muy claro, en la diferenciación entre necesidad y deseo, es por ello que Jacques Lacan, hace énfasis en esa diferencia e incluye también, la noción de demanda, diciendo que: el deseo nace de la separación entre necesidad y demanda; siendo irreductible a la necesidad, puesto que su origen no es la relación con un objeto real, independiente del sujeto, sino con el fantasma; y es irreductible a la demanda, por cuanto intenta imponerse sin tener en cuenta el lenguaje y el inconsciente del otro, y exige ser reconocido absolutamente por él” ( Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, Edit. Labor, 1971, página 97).
Otra forma, de entender el concepto, es la que refiere a que Deseo es el afán de poseer un objeto, para obtener un placer, entendiendo a este último, como una vivencia orgánica satisfactoria que cuando se cumple, baja el nivel de la tensión que previamente se ha instalado, ante la búsqueda de esa satisfacción deseada. En todos los casos nos habla de un estado interno que no necesariamente debe llevar a la acción, aunque siempre tiende a ella. En esta instancia, también se lo relaciona con el goce, es decir la obtención del eterno placer, de un éxtasis en el encuentro con el objeto deseado, encuentro imposible, por ello angustiante.
Si en esta instancia, recurrimos a la Filosofía, observamos que poco antes de Freud, este concepto se manifestaba en Nietzsche, Spinoza, Schopenhauer y era tomado como impulso ciego, muy intenso. Para Schopenhauer era una poderosa fuerza, un esfuerzo vital básico de lo humano en Spinoza y del poder de lo personal para Nietzsche. Obviamente, mucho antes de estos autores, en la más antigua filosofía, este concepto, estaba incluido de una u otra manera, por ejemplo, en Locke que lo relacionaba con la vivencia de estar incompleto, produciendo el malestar de lo humano y desde el deseo, la posibilidad de tomar de conciencia del mismo.
De una u otra manera, podemos observar que para los filósofos mencionados, el Deseo se presenta, como una invasión, sobre la conciencia de sí mismo, de manera no racional, siendo que por ello, se impone, hacia su búsqueda de satisfacción, de manera casi irrefrenable, motivando acciones.
Esto me hace decir: Estamos en un movimiento del alma (psique), posee una aspiración y según su origen está vinculado a algo supremo, superior como lo universal (de allí lo de constelación y signo celeste) y se vincula con lo placentero, en tanto, no se desea sufrir sino gozar, cuando se concrete en acción, por ello nos hace pensar, en el Deseo como verbo.
Sobre el autor
Lic. Andrés Sánchez Bodas
Creador del Counseling en la Republica Argentina
Director de la Primer Escuela Argentina de Counseling