in

Crisis de la edad adulta

Cada etapa de la vida tiene sus características particulares en lo que hace al pensar, sentir y hacer. En algunas, el cambio es mayor que en otras pero cada una tiene sus particularidades y sus crisis.

La adultez se caracteriza por pocos cambios físicos. Es una etapa en la que la persona está dedicada a cumplir con sus proyectos, los que luego se desarrollarán a lo largo de la vida y, que de no cumplirse, sentirá frustración más adelante. Es una etapa activa y vigorosa en la que se forma la personalidad. La mira está puesta en los logros, en el proyecto de vida, en la planificación del futuro. Es la integración de lo obtenido en la niñez y en la adolescencia, en el hogar y en el mundo externo.

En esta etapa nos ocupamos de conseguir un buen trabajo, de obtener un título profesional, de casarnos, de tener hijos, de obtener nuestra vivienda. Nos planteamos de qué queremos trabajar el resto de nuestras vidas, qué tipo de familia queremos, cuál es el modelo de vida que queremos para nosotros; competimos para ser lo mejores y obtener más dinero, prestigio, fama y amor. Sentimos que en esta etapa debemos construir la base sólida para el resto de nuestra vida.

Si no lo obtenemos, y aun obteniéndolo, aparecen las crisis, ya sea por la frustración de no obtener lo que queríamos o porque lo que estamos obteniendo no cumple con nuestro ideal.

Pertenecen a esta etapa la crisis de finalización de la carrera: pasar de estudiante a profesional; la crisis al pasar de soltero a casado, la crisis de pasar de mujer a madre, la crisis de tener más de 30 y no haber encontrado el hombre o la mujer ideal, la crisis de haber dejado la profesión para ser madre, la crisis de que otros llegan al puesto deseado laboralmente y yo aún no.

Estas crisis, de no ser resueltas, nos enferman tanto física como emocionalmente. Según Edward Bach enfermamos porque existe un conflicto entre el alma y la personalidad.

La mayoría de nosotros no puede escuchar lo que nuestra alma dice acerca de lo que es lo mejor para nosotros y, por ende, nos empeñamos en seguir los dictados de nuestro ego.

Nuestro ego quiere, por lo general, cosas rápidas, fáciles, que no impliquen conflicto con nuestros seres queridos, que den buenos resultados en poco tiempo y con poco esfuerzo. Necesita obtener cosas, vínculos, logros, éxito, amor, satisfacción sin tener en cuenta el tiempo ni la calidad de los procesos necesarios para lograrlos. Y muchas veces, contra viento y marea, logra lo que quiere pero sigue insatisfecho.

Aparecen entonces emociones encontradas: culpa, rabia, incertidumbre, miedos, abatimiento, impotencia, intolerancia, impaciencia, orgullo, celos, angustia, confusión, etc.

Estas y otras emociones son las que, de no tenerse en cuenta, comienzan a enfermarnos. Los remedios florales tienen la cualidad de elevar nuestras vibraciones energéticas y abrirnos a la recepción del yo-espiritual. De esta manera, la naturaleza, con su virtud particular, nos libera de lo que es la causa de la enfermedad. No hay verdadera curación si no hay cambio de perspectiva, paz espiritual y felicidad interior.

Los remedios florales ejercen una influencia notable sobre la personalidad y ayudan al bienestar general independientemente de la estructura caracterológica del individuo, pues serán eficaces aún cuando la persona no crea en su acción benéfica e independientemente del nivel de evolución de su conciencia. Su efecto puede ser aumentado sensiblemente mediante el trabajo consciente, lo que implica un trabajo terapéutico en el que la persona comprenda el proceso que lo ha llevado a su enfermedad y acompañe en el proceso de su sanación.

Sobre la autora
Lic. Alicia Mabel Alfuso
en Terapia Floral Sistema Edward Bach
M. I. Nº 0276-008
aliciamabelalfuso@gmail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mesa de especias

El poder de las especias

Ladrillos de papel de residuos

Ladrillos fabricados con residuos de papel