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Jugar, una manera de comunicarse

En la tercera edad el juego sigue siendo una herramienta importante para poder expresarse y para mantener relaciones con las generaciones más jóvenes. Incluso, puede ser una alternativa terapéutica cuando se padece una enfermedad neurológica.

Los adultos mayores suelen tener una mayor conservación de la memoria remota, dicha información puede ser aprovechada para acercarse a los niños, ya que son capaces de recordar con qué jugaban de pequeños y hasta traer al presente opciones lúdicas que hoy ya no se usan y, por lo tanto, los chicos las desconocen. Con su experiencia abren alternativas al momento de jugar. Por esto, el juego es una gran herramienta para acercar a las generaciones y también para que los pequeños puedan entablar un vínculo con sus abuelos que tienen un padecimiento severo. Por ejemplo, con los adultos mayores con demencias se utiliza el juego, pues el mismo posibilita un vínculo desde lo lúdico, desde un aspecto sano. Además, es una actividad que está asociada al buen humor.

El juego sirve porque el adulto mayor está en una posición didáctica y lúdica, generando que ambas generaciones disfruten, se conecten y hasta pueden hacerlo en familia, con todos los integrantes. No hacen falta juegos complejos ni nuevos, puede ser una consigna sencilla que ya manejen, como el clásico truco o el bingo.

Con los nietos y también con pares

Las actividades lúdicas son buenas para que abuelos con deterioro cognitivo y nietos

se encuentren y también para que los ancianos se relacionen entre ellos. Juntarse a jugar mejora el ánimo pues involucra un vínculo social. Incluso, se puede apelar a la competencia para elevar el nivel de atención.

Claro está que cuando el abuelo se dispone a jugar con su nieto debe haber

una adaptación de los dos lados para que la experiencia sea aún más positiva. Por ejemplo: hay adultos mayores que aprendieron a jugar al bowling con la Wii (utilizada incluso con objetivos terapéuticos, ya que estimula la motricidad, la visuopercepción y la atención) lo que les permite hablar un mismo idioma con los jóvenes, mientras que los niños aceptan que quizá el adulto no pueda sentarse en el piso o correr.

Los momentos de encuentro e integración entre generaciones favorecen el acercamiento, fortalecen vínculos y promueven una experiencia de aprendizaje para quienes participan.

Sobre la autora
Romina Tirigay, psicóloga del equipo de Manantial Grupo Humano
www.residenciamanantial.com.ar

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