Nos jubilamos ¿Y ahora qué? ¿Nos sentimos en un desierto o un campo cultivado? Si es en un desierto, es porque definimos nuestra identidad por nuestro trabajo.
“Soy comerciante…soy arquitecto…soy modista…” En realidad, trabajo de comerciante, arquitecto, modista. Mi identidad se define por mucho más que la tarea que realizo. Se terminó el trabajo ¿Y ya no tengo identidad?
Lo mismo pasa cuando se dice: “Soy HIV”, en vez de “Tengo HIV”, “Soy diabético” en vez de “Tengo diabetes”. “Trabajo de…” a “Trabajé de…”
Vivir es un trabajo constante desarrollándonos siempre, extendiendo nuestro rollo, creciendo para ser mejor como seres humanos. No dejando de trabajarnos a nosotros mismos. En ese devenir, fuimos preparando nuestra vejez. Pensemos en un abanico desplegado, como metáfora. Cuantos más sectores tenga, mejor estaremos en la vejez. Veamos, tenemos el sector en el que cuidamos nuestra salud física y psíquica, el que se refiere al hacer ejercicios o deportes, el de disfrutar de la naturaleza, el de viajar, el de tener un hobbie, el de disfrutar del arte, lectura, música, cine, teatro, etc.; el del bailar y cantar, el del buen humor, el de leer el diario para conectarse con el mundo, el de haber cultivado siempre la amistad, el de jugar, el de la familia, el de la solidaridad, el estar siempre con ganas de aprender algo nuevo, etc., etc., etc. ¿Sigo?
Llegamos al campo cultivado. Estuvimos gozando y seguimos haciéndolo en nuestra vejez, con la ventaja de disponer de más tiempo. Si durante nuestra vida nos fuimos preguntando: ¿Qué sentido tiene? ¿Quién soy? ¿Porqué estoy aquí? ¿Para que estoy? ¿Hacia donde voy?
Si llegó a poder responderse, congratulaciones. Salgamos de la crítica, la decepción de nosotros mismos y pasemos a trabajarnos para sacar lo bueno y rico que tenemos escondido dentro y nos asombraremos, sacaremos de la sombra y echaremos luz al pozo inagotable de nuestro interior. Lo que no nos guste lo modificaremos o lo haremos desaparecer y lo bueno lo disfrutaremos. Somos el resultado de nuestra siembra. La vejez nos da más tiempo para disfrutar de lo sembrado. ¿No será eso, lo que tiene de bueno la vejez?
Escuchamos decir cuando se emiten críticas “En mis tiempos…” poniendo lo bueno en el pasado. De nuevo pregunto: ¿Ahora no es su tiempo?
Frente a los cambios, aparece rigidez en las respuestas: ¿A mi edad?, yo no puedo, no es posible, yo así ya no puedo cambiar, no espero nada bueno, todo está mal y como dijera Discepolo: “El mundo fue y será una porquería…”, el país, la gente, la juventud, etc.
Si no se identificó con el árbol y si con los juncos, felicitaciones. Frente a los momentos tormentosos de su vida no ofrece resistencia, comprende que son parte de ella, como los buenos momentos. Todos tenemos que pasar por ellos, la cuestión es como los pasamos, con resistencia o lo acompañamos encontrándoles significados.
Vemos a la vida como un fluir, un río que siempre avanza, no se estanca en el pasado, siempre cambiante. Gozando de la diversidad, creciendo como seres humanos toda la vida. Gozando de los otros y sobre todo de nosotros mismos. ¿Tenemos buen humor?
De acuerdo como pensamos, sentimos y actuamos. Somos responsables de nosotros mismo, de cómo somos en la vida. Con la mente abierta, conectados a la vida en todas sus manifestaciones, que son tantas, aprendiendo siempre. La mente no envejece.
La flexibilidad es salud mental y física. Reflexionar (mejor con otros) posibilita la flexibilidad, los cambios necesarios para vivir con sabiduría. Sabiduría viene de sabor, aprendamos a saborear la vida tal como es realmente, así como saboreamos los saludables y buenos alimentos.
Sobre la autora
Lic. Beatriz Elinger
Psicóloga Clínica
Matr. Nac. 6027
beatrizelinger@gmail.com