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Juegos con los hijos

Con las vacaciones de verano comienza el tiempo libre de nuestros hijos, momento ideal para compartir espacios de juego.
Biológicamente existe una necesidad innata de jugar que va pasando por diferentes estadíos de acuerdo a la edad. Primero, un juego más exploratorio, luego el motriz y finalmente el juego reglado. A través del juego se empieza a conocer el mundo, a desarrollar ciertas habilidades, a relacionarse con los otros, a experimentar sentimientos y emociones tanto placenteras, como displacenteras. El juego posibilita desarrollar la creatividad e imaginación, al mismo tiempo que se aprende a negociar con el otro, a respetar los tiempos propios del juego y a aceptar las reglas.
Existen dos tipos de juegos que conviven entre sí durante toda la vida. Por un lado, el individual que tiene las reglas y tiempos propios, objetos o juguetes sin la necesidad de otro. Por otro lado, el juego en donde se necesita el otro u otros, en el que se aprende a consensuar, respetar turnos, seguir reglas, cooperar, etcétera. Los padres son modelos para sus hijos y es en la situación de juego que tienen la oportunidad de transmitir valores, desarrollar empatía y enseñarles a manejar situaciones que están implicadas en el juego mismo. ¿Pero qué nos pasa a los padres, que muchas veces cedemos el lugar de ser un otro en el juego para nuestros hijos, y le otorgamos ese lugar a la Play, al I Pad, etc.?
A veces sentimos que jugar con nuestros hijos es una pérdida de tiempo porque ellos se aburren, otras veces sentimos que no tenemos el tiempo suficiente para jugar o no sabemos a qué jugar con ellos, y otras tantas preferimos que se entretengan solos así podemos seguir con nuestras cosas. Pero si por un instante podríamos entender que el juego es un canal de comunicación privilegiado durante la niñez, nos haría repensar que lugar le estamos dando a este espacio. No son grandes momentos por el tiempo que nos lleva jugar con ellos, sino que lo son por el impacto emocional que genera. Poder cerrar los ojos y recordar cuando uno era chiquito y tenía ese momento de juego con sus padres, donde la risa de uno se fundía con la del otro, donde incansablemente pedíamos una vez más o un ratito más, tiene el por qué, de al menos darse unos minutos para repensar que tiempo de nuestra vida le estamos dedicando al juego con nuestros hijos.
 Sobre la autora:
Lic. Dina Laufer
Psicóloga Clínica
Especialista en Familia (MN47037)
www.dinalaufer.com.ar

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