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¿Por qué elegir tai chi chuan?

Recuerdo aquella mañana, muy temprano, en el parque, me dispuse a practicar mi TAICHI.
La soledad, el tibio sol y la brisa ayudaron a mi concentración. Cuando finalicé la forma (88, estilo Yang), me quedé unos instantes meditando con los ojos cerrados. Al abrirlos me asombro ver una pareja de torcazas picoteando en el pasto a menos de un metro mío.
Me di cuenta que no les resultaba peligroso; me moví lentamente y siguieron con su búsqueda de semillas. Comprendí entonces, que yo formaba parte del paisaje, me había integrado a la escena. Y el TaiChi no tiene otros propósitos que devolvernos nuestra naturalidad y hacernos evolucionar, reunificándonos con la energía del universo.
Somos energía que se manifiesta en distintos niveles y densidades (física, mental, espiritual) para el fluir de la vida, que implica, necesariamente, la integración con todo lo que nos rodea. Así estamos continuamente recibiendo la energía Yang del cielo y la energía Yin de la tierra y entregando nuestra propia energía procesada. Y es en este proceso interno, donde somos responsables de nuestra transformación y de lo que vamos a entregar.
Los “flujos energéticos” que unifican todo nuestro organismo nos recorren y, simultáneamente, nos comunican con el entorno. Así como la sangre circula a través de arterias, venas, vasos, capilares cada vez más pequeños para nutrir todo nuestro cuerpo, la energía (CHI, PRANA, QI, PNEUMA, etc.) usa un método similar.
En ese derrotero energético suelen producirse inconvenientes -muy a menudo provocados por tensiones emocionales- que generan estancamientos, ocasionando síntomas como fatiga, dolores, hinchazón, irritabilidad, mareos, problemas digestivos o respiratorios, etc., que (de persistir), pueden derivar en la pérdida de nuestra salud y vitalidad.
Cuando el famoso monje DA MO (Bodhidharma) vio el mal estado físico de los monjes Salín que sólo se dedicaban a la meditación estática, decidió hacer algo para modificar esta situación. Se retiró en la montaña durante nueve años y al regresar, había creado un sistema de desarrollo espiritual que contemplaba: ejercicios físicos (copiados de los movimientos de los animales) combinados con formas de meditación.
Más tarde, otros maestros, (muchos de ellos monjes del templo Salín), como Chang San-Feng, le dieron forma a este completo sistema de entrenamiento: el TAICHI-CHUAN.
El TAICHI es un verdadero viaje da autoconocimiento, autorregulación y autosuperación. Es, fundamentalmente, un arte transformador de la condición humana; una técnica que nos permite, (si así lo decidimos), evolucionar física, mental y espiritualmente en forma simultánea y armonizadora con el universo.
 
Para ello, el TAICHI utiliza tres herramientas:
  1.- Movimientos blandos, suaves y armónicos: Que nos van fortaleciendo muscularmente, ampliando nuestra capacidad motriz, nuestra elasticidad y habilidad expresiva, además de mejorar nuestra circulación sanguínea, linfática y energética. Estos movimientos se van coordinando en formas coreográficas que constituyen la esencia del TAICHI.
Existen varios estilos: el Yang, el Wu, el Chen, etc. Cada uno de ellos lleva el nombre de las antiguas familias que los desarrollaron.
En nuestros encuentros practicamos el estilo YANG (el más difundido en el mundo) y, específicamente, la “Forma 16” (llamada así porque tiene 16 figuras). Una vez que dominamos una forma, podemos aprender otras (24, 42, 88, etc.). Aunque la idea es que con cada una de ellas podamos desarrollarnos integralmente.
 
  2.- Respiración “consciente”: Práctica básica del CHI-KUNG y del TAICHI-CHUAN que es la que nos permite movilizar la energía vital.
Tomamos del aire los elementos necesarios para la renovación de nuestra vitalidad. Aprendemos a respirar profundamente tal como nos lo transmitieron los maestros; en cuatro tiempos: retención en vacío, inspiración, retención con aire y exhalación.
Aprendemos también, cómo variar los tiempos de cada etapa para lograr determinados fines; así, si queremos relajar le daremos más tiempo a la exhalación; si queremos vitalizar, se lo daremos a la inspiración.
En TAICHI-CHUAN cada movimiento, cada figura tienen un esquema de respiración asociada.
 
  3.- Visualización: en nuestras prácticas nos gusta decir que ¨miramos nuestros movimientos¨. Los maestros nos enseñan que la energía sigue nuestra mirada, así que nos concentramos para ¨visualizar¨ cada movimiento que realizamos y aplicarles la ¨ intención ¨de la acción intrínseca a cada uno de ellos.
Como instructor he notado dos cosas muy satisfactorias en las prácticas. Una es, la alegría de cada practicante al ir superando sus limitaciones y torpeza iniciales y transformarse en testigos de su propia evolución. La otra, es el notable “compartir” del grupo. Si bien la práctica de las formas es individual, se nota una evolución grupal, más allá de las diferencias que pueda haber entre sus miembros. La práctica se potencia en grupo. Se contagia la alegría.
He confirmado que la verdadera potencia de una persona es su capacidad de transformación y autosuperación; me alegro de practicar y enseñar TAICHI-CHUAN.
Sobre el autor:
Alfredo Diego Martínez
martinezalfredodiego@hotmail.com
 
 

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