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Miedos de los padres

¿Cómo nos comunicamos con nuestros hijos?
Eternos o de última generación, los miedos forman parte de la profesión de ser padres.
No bajar la guardia y establecer una comunicación fluida en casa ayuda a atenuarlos y favorece el desarrollo emocional de los hijos.
El miedo es, en opinión de los expertos, consustancial a la condición de ser padres. No sólo va unido a ella, también es necesario. Los padres que no tienen ningún tipo de miedo, demuestran o un profundo desconocimiento de lo que es la educación de los hijos o una gran falta de responsabilidad e implicación.
El problema aparece cuando ese miedo nos impide actuar como debemos
Muchos padres se preocupan más de lo que oyen por ahí que de la realidad que está viviendo su propio hijo. Hay padres que viven angustiados, pero lo importante es el desconocimiento que muestran sobre lo que está pasando en la vida de su hijo. A veces hay una gran ignorancia sobre lo que cabe esperar a cada edad, de cómo los padres pueden favorecer su desarrollo para que sean personas autónomas y seguras, y cómo han de intervenir ante determinados problemas. Además, ha arraigado en los padres un doble sentimiento de culpa que incrementa sus temores. Hemos perdido la noción de lo que significa ser niño y a los padres les cuesta mucho ponerse en el lugar de sus hijos. Pero, además, se sienten culpables, porque no están el tiempo suficiente con sus hijos y porque han idealizado su condición de padres y aquello que debe ser el hijo. Así, los padres enseguida se asustan cuando la realidad no se adecua a sus grandes expectativas. Sienten que la culpa es suya por no ser buenos padres.
El sexo de los hijos como temor paterno es intergeneracional. Los contactos físicos tempranos, que su hija se quede embarazada o que su hijo deje embarazada a una chica, constituyen los grandes miedos de los padres. Por vergüenza, no se suelen abordar las cuestiones sexuales con los hijos. También hay pavor a que hablar de ello los convierta en jóvenes promiscuos. De la sexualidad hay que hablar desde pequeños, adecuando nuestro lenguaje e información a cada edad. Hay que tratarlo de forma abierta y tranquila. Si lo hablan con naturalidad no provocan promiscuidad, sino conocimiento real y profundo de la sexualidad.
Las cifras también alimentan el temor de los padres al sexo precoz. Años atrás la primera relación completa se daba en torno a los 16 años. La tendencia indica que esa edad bajará en los próximos años y que los inocentes coqueteos son habituales entre niños de 11 y 12 años.
El alcohol y las drogas: Beber se ha bebido siempre, afirman los especialistas, pero el consumo de alcohol entre los más jóvenes ha aumentado y se ha pasado de la ocultación a una exhibición pública que intensifica el miedo de los padres. Las cifras son difíciles de digerir: el 24% de los adolescentes se emborracha los fines de semana y más del 80% confiesa haber consumido alcohol alguna vez.
El miedo paterno se acrecienta con la mención de las drogas: muchos empiezan a beber cada semana sobre los 15 años, coquetean con las drogas con 13 o 14 años y fuman a diario a los 15.
La anorexia: Los trastornos de la conducta alimentaria cada vez afectan a más personas y más jóvenes en los países desarrollados. Ya se han detectado casos entre niñas de 10 años y los niños empiezan a engrosar las estadísticas. Inmersos en un sistema en el que los dictados de la belleza se vuelven cada vez más exigentes, no es extraño encontrar a una legión de padres temerosos ante las preocupaciones corporales y de las dietas ni milagrosas ni recomendables, entre los 13 y los 16 años.
Las redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram. Un niño con 10 años se conoce perfectamente todas ellas. Si no estás en Facebook o en Instagram no sos nadie. A muchos padres, les resulta más cómodo que sus hijos estén tranquilos en la habitación, sin darse cuenta que el tema es peligroso. Algunos deciden colocar la computadora en un espacio común de la casa y establecen normas para su uso, como un horario y los contenidos a los que se pueden acceder. Así no sólo atajan sus miedos, también ayudan a su hijo a utilizar internet de un modo responsable y seguro.
Las malas compañías: El temor a los amigos de los hijos es eterno. Los padres no aciertan a entender cómo se han alejado tanto para centrar toda su vida en ellos. Los cambios que experimentan los adolescentes les producen mucha inquietud, mucha inseguridad. Y éstos buscan una seguridad que, normalmente, les da su grupo de amigos.
En opinión de los expertos, hemos pasado de un modelo de educación muy coercitivo a otro muy permisivo. En las últimas décadas, los padres han querido convertirse en amigos de sus hijos, pero esto ha dejado por el camino a progenitores exhaustos e hijos paralíticos para la vida. Les hemos quitado las piedras del camino y los hemos dejado sin posibilidad de desarrollar su propia inteligencia emocional.
Se han levantado barreras y eliminado límites, porque ser autoritario daba miedo.
En este contexto, se puede llegar a establecer una relación familiar desquiciante: de permitirlo todo se pasa a la prohibición absoluta cuando los padres se dan cuenta de que la situación de les escapa de las manos. Sin embargo, los jóvenes necesitan reglas, hábitos que los ayuden a sentirse seguros. Cuando ven que los padres no son capaces de dárselos por miedo a ser demasiado autoritarios, se produce un desequilibrio enorme y se sienten perdidos. Si los padres no ponen esos límites, tarde o temprano la vida se los acaba poniendo. Si no les dieron la capacidad de enfrentarse a determinadas situaciones, cuando aparezcan las dificultades no tendrán recursos para afrontarlas.
Para TodoSalud
Vera Alaniz
Fuente: www.lavanguardia.com

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