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Diálogo interno

La persona que más hablas al día es contigo mismo
La mente de un ser humano está continuamente activa enviando mensajes.
El diálogo interno es esa vocecita que te acompaña a todas horas, desde que te levantas hasta que te acuestas, cuando estás en el trabajo, en casa o en la playa. Cuando estás cocinando, conduciendo e incluso haciendo el amor. Es la voz de tus pensamientos, con la que condicionas tu mundo y creas tu propia realidad. A lo largo del día te pasas mucho tiempo hablando contigo mismo, y el resultado de esas conversaciones tiene un gran impacto en lo que haces y en cómo te sientes. Por ello es el momento de analizar cómo es tu diálogo interno: ¿Potenciador o limitante? En muchos casos se trata de un diálogo interno limitante, bien sea por su contenido (las cosas que nos decimos) o por el momento en que éste se activa (no podemos escucharnos y escuchar a otros al mismo tiempo). Pensamientos como: “yo no voy a poder hacer eso”, “soy un inútil”, “qué cara que tengo hoy”, “eso es muy difícil”, “yo no soy como él”, Éstas y otras miles de afirmaciones negativas que nos decimos son las responsables de que las cosas no nos salgan como queremos, y lo más grave es que nuestra autoestima vive rozando el suelo. Párate a pensar: ¿Cómo te hablas? ¿Cómo te tratas a ti mismo? Hay personas que se automaltratan diariamente mediante su diálogo interno y ni siquiera son conscientes de ello. ¿Permitirías que otros te dijeran lo que te dices tú?
 El problema de estos mensajes es que se producen de forma automática, y la repetición hace que te los creas. Por eso es importante que aprendas a detectarlos.
Si dejas que tus pensamientos funcionen en piloto automático tenderán al negativismo y al pesimismo porque es la programación más habitual que hemos registrado durante nuestra infancia. Una vez que seas consciente de las cosas que te dices podrás optar a cambiarlas si quieres conseguir resultados distintos. Si aprendes a dominar tu diálogo interno convertirás a tu mente en tu mejor aliada para alcanzar el éxito en todo lo que te propongas. Esto no es fácil: requiere, como todo, buen entrenamiento, altas dosis de voluntad y disciplina, pero sabiendo cual será el resultado bien merece la pena el esfuerzo.
Para controlar tu diálogo interno lo primero que tienes que hacer es tomar conciencia de él, observarlo.
Está atento durante la mayor cantidad de tiempo posible para detectar las palabras que utilizas cuando interactúas contigo mismo. Si puedes, escríbelas. Haciendo un autoanálisis sabrás si te hablas de manera positiva o negativa, si eres optimista ante las situaciones que tienes que afrontar, si te castigas o te machacas cuando cometes un error, si te alabas o premias con elogios cuando consigues tus objetivos, y a partir de ahí decidir qué cosas te conviene cambiar.
Empieza a hablarte en positivo
Las palabras, y los sentimientos pueden ser positivos, alentadores, gratificantes o, todo lo contrario, pueden ser nocivos, tóxicos, desmotivantes, limitantes… Incluso el simple hecho de cambiar una palabra por otra, por ejemplo, mucho nos puede ayudar: Cambiar la palabra “pero” por la “y” puede hacer variar nuestra percepción de una situación. “Quiero cenar con mi familia, pero debo terminar este informe” es muy diferente de “quiero cenar con mi familia, y debo terminar este informe”. Con la palabra “pero” estoy creando un conflicto entre los dos deseos y asignado mayor importancia a uno que al otro. Mientras que con la palabra “y” ese conflicto no existe y estás dando una oportunidad a tu cerebro para que procese dos oportunidades, para que busque una solución que compatibilice ambas. Lo mismo ocurre con “tengo” y con “quiero”. Si mi diálogo interno gira en torno a “tengo que buscar una solución a este problema”, parto de la negatividad o incluso desde una sensación desagradable. Muy diferente es plantarme “quiero buscar una solución a este problema”, pues desde esta posición estaré focalizando el deseo con el beneficio. Simplemente el cambiar el orden de las palabras también puede hacer que nuestra percepción sea otra; “Lo intentaré, pero es difícil” cambia completamente cuando me digo “es difícil, pero lo intentaré” y cambia aún más radicalmente cuando pienso “aunque es difícil, lo intentaré”.
Recuerda que todo es cuestión de práctica. Cada vez que te escuches decirte algo que no te gusta, párate un segundo a pensar cómo podrías decirlo para que te haga sentir bien. Tienes la oportunidad de practicarlo miles de veces al día; tantas como veces hablas contigo mismo. Por supuesto, este trabajo de constante introspección nos va a acarrear un esfuerzo hasta que cambiemos la forma de llevar nuestro dialogo interno.
Para TodoSalud
Vera Alaniz
Fuente: www.elportaldelhombre.com

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