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Radiónica

Si queremos entender los sustentos de la Radiónica, debemos aceptar que todo es energía; y que existen campos de fuerza que rodean toda la materia: pájaro, árbol, bacteria, mineral o humano; cada cual con su esquema de energía de campo de fuerza.

Esta energía no es estática, sino pulsante, vibratoria, ondulante, con un ritmo propio para cada ser. La intrusión de esquemas de energía ajenos (virus, sustancias nocivas e inclusive emociones y pensamientos negativos) puede desequilibrar esta energía y obstruir la armónica interconexión de los esquemas electrodinámicos que conforman el cuerpo humano, lo que lleva a la enfermedad. Estos factores son expresables en valores numéricos y se conocen como «índices», por ello los indicadores graduados de los instrumentos radiónicos, en los que se miden las funciones o índices para la diagnosis y el tratamiento.

Los inicios de la Radiónica se remontan a los principios de la investigación de la electricidad y el magnetismo en la medicina, cuando el racionalismo ganaba terreno frente al oscurantismo posmedieval. La utilización de aparatos eléctricos en el ser humano, primero precariamente y cada vez con mayor precisión y complejidad dieron origen con el correr de los años a la actual Electromedicina, utilizada especialmente en fisiatría, kinesiología y traumatología; en donde también se halla comprendido el uso del magnetismo como forma terapéutica.

En estos estudios pioneros, comenzó a observarse que fuerzas parecidas a la electricidad y al magnetismo ejercían efectos sobre el cuerpo, pero que estas fuerzas recién descubiertas si bien de naturaleza similar, eran mucho más sutiles, energías sutiles que actuaban aún a distancia.

El destacado médico neurólogo Dr. Abrams descubrió que el tejido enfermo tenía una radiación particular y que podía ser transmitida por un cable afectando a un cuerpo joven y sano. Supuso entonces, que de algún modo estas eran emanaciones electrónicas e ideó un instrumento con diales para medirlas por medio de resistencias, en Ohmios. Este fue un revolucionario método, pero su aporte mayor fue el de descartar la teoría celular de la enfermedad y reemplazarla por la teoría de los electrones, tomados como la división última de la materia, y por lo tanto base de las energías radiantes. Descubrió además que era posible tratar a pacientes ubicados a gran distancia del aparato y podía analizar la condición del sujeto a partir de una gota de sangre, sin alterar la precisión del análisis ni la eficacia del tratamiento.

Muchos fueron los seguidores de Abrams, que construyeron instrumentos radiónicos, por ejemplo el Dr. Richards, quien midió los elementos en ohmios. Muchos años después el Dr. Burr descubrió que todas las formas vivas están controladas por campos electrodinámicos. Otra gran pionera fue Ruth Drown, quien no sólo mejoró los instrumentos originales sino que aportó una nueva comprensión del funcionamiento complejo de la naturaleza. Según ella, la fuerza vital del paciente era la que realizaba la curación, por lo que el trabajo del practicante consistía en canalizar y dirigir esa fuerza a las partes del cuerpo que la necesitaban. Ideó también una compleja hoja de análisis, evaluando la función de todos los sistemas, especialmente las glándulas endocrinas, estableciendo un completo análisis del individuo antes de iniciar cualquier tratamiento. A ella además se debe una cámara radiónica que podía tomar fotografías al interior de los pacientes a gran distancia. Fue con uno de sus instrumentos que George de la Warr, en Inglaterra, se inició en este campo. Hábil ingeniero, se dedicó de lleno a diseñar y perfeccionar muchos aparatos, añadiendo el uso de sonido, color y luz.

Otro precursor fue Hyeronimus, creador de una compleja y útil maquina radionica, pero enfrentado a la extrema hostilidad de sus contemporáneos, describió a su invento como un dispositivo para analizar minerales. En esa misma época se descubría que la radiónica servía también para el control de plagas y la agricultura. A Malcom Rae, le debemos sin embargo un acercamiento profundo, una visión analítica y meticulosa de la radiónica, una exploración detallada que llegó casi hasta los límites de esta terapia. Malcom creía que la respuesta a cualquier pregunta que pudiera plantearse se hallaba inherente en el «inconsciente colectivo» y asequible al péndulo. Él decía que el pensamiento se puede cristalizar numérica o geométricamente en esquemas de energía. Sus instrumentos llegaron a ser tan refinados, que el tiempo de tratamiento en una tasa se redujo de una hora a 2,2 minutos. La calibración de sus diales admite 44 posiciones posibles en cada uno, en vez de los 11 anteriores, por lo que es posible producir un esquema geométrico más exacto. Su mente lúcida y objetiva ideó aparatos tan eficaces que hasta el día de hoy se utilizan en todo el mundo.

De todos estos pioneros nació la Radiónica, tal y como la conocemos en nuestros días.

A pesar de la resistencia que se le opuso a sus precursores hoy es reconocida en todo el planeta. Existen organizaciones dedicadas a ella, difundiendo sus bondades, en muchísimos países. Sin embargo, es curioso descubrir que gran parte de las invenciones y los libros dejados por estos lúcidos visionarios, han desaparecido, o han sido cubiertos por un espeso manto de olvido…

¿Cuánto tiempo más el conocimiento se seguirá ocultando en las academias oficiales?

¿Cuánto tiempo más el ser humano se creerá una máquina de carne y hueso y no una brillante masa de energía pulsante y viviente?

Sobre el autor
Material recopilado por Rubén Varela
Se puede ver más información sobre este tema en:
www.radionicarv.com.ar

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