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La tormenta tecnológica

«Salvemos las aguas y las tierras fértiles, salvemos las florestas y las ciudades del hombre y las escuelas, y las fabricas, salvemos los atardeceres y las auroras, salvemos el milagro de la vida en el universo” Thiago de Melo (Poeta brasilero contemporáneo)
Peleado con sus sueños y aventuras, triste y anónimo responde a las voces del tiempo que prisioneras en su moderno reloj pulsera, espían, controlan y tienen presencia en sus días y noches.
Es el hombre que arrojó la tormenta tecnológica. Sumada al pensamiento del iluminismo que se apoyaba en el poder ilimitado de la razón (Siglo XVIII) destruyendo al pensamiento histórico y sus fuentes religiosas y místicas. Un racionalismo optimista lo hacía confiar en el progreso sostenido y en la permanencia de los derechos humanos, siendo la técnica, la ciencia del saber.
En una pelea con la imaginación y los mitos destruyó sueños, significados, y al pensamiento poético convencido de que era posible dominar a la naturaleza con la ciencia, pero su fracaso resultó desolador al desterrar el verdadero y genuino deseo del vivir, presente en los buscadores del alma humana y sus secretos, en ese largo peregrinar de siglos. en compañía de sabios. alquimistas y poetas, que agregaban dimensiones enigmáticas al vivir, a la existencia del universo y sus misterios.
Por ello, a ese hombre desalojado del sentido de la vida, lo vienen a buscar en la agonía dolorosa de sus soledades, aquellos cantos que siempre resucitan estados de felicidad. mitologías ovildadas y nuevas formas de participación. ‘El artista comunica, no es una significación inmediata, sino una dimensión ulterior y una nueva expectativa’, dice Borges, y agrega que “no es un espejo del mundo. sino una cosa agregada al mundo”. “Es cada vez ser uno para todos como dice el Apóstol –afirma-, y es la aspiración secreta de todo arte perdurable”. Los filósofos y sabios de la Antigüedad conocían que el hombre no debía permanecer en una única morada, a lo largo de su vida y que estaba obligado como lo demuestran las cuatro estaciones a crear sus alquimias para sobrevivir y renacer. Crear nuevas moradas, era mantenerse resucitado, poblado de palabras y de ritmos de vida. Haber percibido los secretos, olvidado conjuros, sin maestros ni sabios lo hundía en inviernos largos y donde fue muriendo de frío y soledades. Si bien no lo dice el cuento de Caperucita y el Lobo, se conoce que ambos resucitaron y caminan por el mundo destilando sus paradigmas. Los caminos del bosque le enseñaron a Caperucita que existía un universo de seres ocultos que se comunicaban con el hombre por otros senderos que no eran los conocidos y que sueltan sus voces en los artistas y creadores que se vuelven eternos, sus utopías que siempre generan nuevas formas que penetran en la vida de los hombres y viajan hacia un más allá. Cada hombre sueña con un milagro para su vida. amaneceres y días de esperanza, un amor que lo espere siempre y que habite sus imposibles. Mientras las utopías languidecen y van cayendo como hojas arrugadas de otoño, arrastradas por el viento, suenan campanarios y se elevan cantos que otorgan sentido a la vida y perfuman sus días. Han llegado los artistas y sus violines mágicos y todo recomienza. “Y podemos descubrir que entre la luz y la sombra, puede haber un murmullo” dice el poeta argentino Vicente Zito Lema y. mas lejos en el mismo territorio latinoamericano escuchamos a Thiago de Melo, otro poeta, que nos transmite con su voz que ‘Salvemos el milagro de la vida en al universo». Tarea de gigantes que viven en el corazón íntimo del mundo y desde allí lo aman, protegen y Io habitan con la palabra que resucita.
Sobre la autora
Leonor Escardó
Artista Plástica y Escritora Argentina
Representa en el
Movimiento Poetas del Mundo a la República Argentina
Red de Poetas Hispanoamericanos (REMES)
www.poetasdelmundo.com
leonor.escardo@yahoo.com

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