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ALIMENTACIÓN EMOCIONAL

¿QUIÉN ELIGE LO QUE COMEMOS?

Cuando elegimos un alimento, la mayoría de veces sin pensarlo (o eso creemos), es porque queremos conseguir algún objetivo, bien sea físico (paliar el hambre, obtener nutrientes), social (una comida familiar) o emocional (sentirnos mejor, ocupar el tiempo).

Entonces podríamos preguntarnos ¿De qué dependen nuestras elecciones alimentarias?

•   Factores genéticos

Ciertamente, cuando nacemos tenemos mecanismos innatos por los que nuestra apetencia por lo dulce está más desarrollada (puesto que la leche materna es dulce) y tenemos una aversión a los sabores amargos (dado que los venenos y alimentos poco nutritivos suelen ser amargos). Estas preferencias de sabores, que van disminuyendo con la edad de forma fisiológica, se explican únicamente por el instinto de supervivencia de los bebés. Además, tenemos una huella genética, que proviene de las épocas de hambrunas donde la escasez de alimentos era brutal, y que nos predispone a acumular energía (guardar grasa por si acaso la necesitamos).

•   Factores educacionales

Desde pequeños, nos educan para comer mucho y en el sabor dulce. Fisiológicamente, tendríamos que ir disminuyendo con el tiempo. Desde los 4 meses, estamos dando a nuestros bebés papillas, galletitas y cientos de productos con cantidades de azúcar. Por otro lado, la excesiva preocupación de los padres por la comida está asociada con un mayor comer emocional en la adultez.

•   El entorno

No sólo la familia o los amigos, sino la sociedad en la que vivimos. La globalización nos ha traído muchos productos de otras zonas geográficas que han enriquecido nuestra gastronomía, pero también ha creado un mundo gigantesco de productos insanos que colonizan los supermercados y grandes superficies, a los que vamos por “falta de tiempo”. El marketing alimentario diseña la publicidad emocional.

•   Factores intrínsecos

La sensación de hambre y el requerimiento de energía y/o nutrientes, es la señal que nuestro cerebro nos envía desde el hipotálamo para que comamos y cubramos la necesidad de nutrientes que el organismo tiene. Esta señal se activa bien porque nuestro organismo necesita energía para seguir funcionando y porque necesita determinados nutrientes concretos (por eso a veces nos apetece un determinado alimento). En el complejo proceso del hambre y la saciedad intervienen muchos sistemas que incluyen: sistema nervioso, sentidos, órganos de la digestión, neurotransmisores, hormonas y nutrientes. El segundo factor intrínseco fundamental son las emociones. No sólo comemos cuando tenemos hambre sino también cuando estamos estresados, tristes, alegres, aburridos, enfadados, frustrados, cansados…

Pues bien, aunque recibimos cientos de mensajes diarios que nos dicen que lo que importa es la cantidad que comemos (“coma con moderación”, “no se deben tomar más/menos de X raciones diarias de esto”), en realidad la calidad es más importante que la cantidad. Es decir, que es mucho más importante qué comemos que cuánto comemos. Y voy más allá: todavía es más importante cómo y para qué nos lo comemos.

Hay profesionales que nos pueden ayudar a hacer un abordaje adecuado y completo con el fin de conseguir objetivos a largo plazo mediante un verdadero cambio de hábitos, desde la cabeza, con el corazón y hacia la acción.

Para TodoSalud Vera Alaniz / Fuente: www.comeronocomer.es

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