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Todos interconectados a nivel energético

Nuestro planeta Tierra, está rodeado por un campo electromagnético de aproximadamente 100 km. por encima de nosotros, este campo posee una frecuencia de vibración más o menos constante de unos 7.83 ciclos / segundo.

Ésta frecuencia de vibración es la responsable del equilibrio de todas las formas de vida de nuestro planeta. Se ha verificado que nuestro cerebro tiene la misma frecuencia de vibración, 7.83 hertz.

A dicha frecuencia o resonancia se la conoce como “Resonancia Schumann” y se ha comprobado que no podemos vivir sanos fuera de ella durante mucho tiempo. A partir de los años 80 y de forma más acentuada a partir de los 90, la frecuencia pasó de 7.83 a 11 y hasta 13 hertz. Esto se ha hecho sentir mediante perturbaciones climáticas, actividad volcánica creciente y mayores tensiones en los conflictos del mundo, al igual que un aumento general de comportamientos inesperados y patológicos en las personas. Tanto los cosmólogos como los biólogos están de acuerdo en que la Tierra y la Humanidad forman una única entidad que posee la misma naturaleza bioeléctrica y la misma frecuencia de resonancia.

Como ser vivo que es, La Tierra está rodeada de un aura o campo electromagnético que es consecuencia de sus movimientos internos y a la vez influye en los mismos en un proceso de retroalimentación en el que además confluyen las corrientes magnéticas procedentes del espacio exterior.

Por su parte cada ser humano está rodeado por su propio campo electromagnético,- o aura- consecuencia de su forma de pensar, sentir y actuar, que por la ley de semejanza, entra en contacto con las corrientes afines del campo electromagnético de la Tierra y actuando sobre ellas a la vez que recibe de las mismas según la personal frecuencia vibratoria. De este modo cada persona, como energía que somos, formamos parte activa del campo electromagnético de la Tierra, modificándolo con nuestras emisiones y de ese modo interviniendo en los procesos biológicos del ser vivo planetario en el que vivimos y del que recibimos también nuestros materiales biológicos con su correspondiente carga electromagnética.

Debido a esta influencia humana, el eje electromagnético terrestre está derivando lentamente hacia un salto de los polos en los que el polo norte y el polo sur se invertirían, lo que llevaría a una profunda modificación de la superficie terrestre y a un cambio en el lecho de los mares, produciéndose grandes inundaciones y otros fenómenos.

Demasiada negatividad ha sido emitida por el conjunto de la humanidad a través de los siglos y tienen su efecto poco a poco sobre el Planeta. Por ello su campo electromagnético hoy está perturbado, lo que provoca, por ejemplo, que las corrientes electromagnéticas que guían las migraciones animales no les sirvan en muchos casos y los animales se desorienten. De ahí las ballenas varadas y las aves migratorias que se pierden.

¿Cómo sucede esto? De nuevo, es preciso insistir en ello, por medio de las emisiones de pensamientos y emociones humanas que son para el Planeta energías de choque sobre el campo electromagnético y lo alteran, provocando, como reacción natural de la Tierra, fenómenos tales como el temido cambio climático en el que estamos inmersos y diversas catástrofes medioambientales que tienden a repetirse y crecer, pues debemos tomar conciencia que somos uno con la Tierra al igual que somos uno con nuestros semejantes por más que el ego rechace esta idea. La unidad profunda de todo cuanto existe es la unidad en Dios, la unidad de cada gota en el océano de energía, el océano Dios o Ser.

A quienes parece exagerado que los seres humanos tengamos tanta influencia sobre el medio terrestre les bastaría con observar cómo se ha hecho enfermar a la Tierra por la intervención humana actuando contra las leyes de la naturaleza. Y a quienes les parece exagerado pensar en la fuerza modificadora del pensamiento del ser humano sobre el campo electromagnético terrestre es porque ignoran la potencia de emisión energética que ejercen cerca de siete mil millones de individuos emisores de los cuales una abrumadora mayoría emite negatividad a diario, y así durante miles y miles de años generaciones tras generaciones.

Dado que ninguna energía se pierde, lo que se emite no sólo influye directamente sobre el propio emisor, que recibe antes o después lo mismo que emitió, sino que a la vez sobre la atmósfera de la Tierra y en todos aquellos cuya forma de pensar es semejante. Así que la humanidad en pleno actuando negativamente durante milenios sobre el campo magnético provocamos que entre en desarmonía y se altere, repercutiendo a continuación sobre el conjunto de todo cuanto existe y sobre cada uno, pues como decimos, lo que cada uno emite también lo recibe, y antes o después –a más tardar en el Más Allá o en una existencia posterior- se cosecha lo que se siembra.

Para darnos una idea de cómo está todo conectado en nuestro mundo y de cómo influimos en la Naturaleza, vayan unos ejemplos dados a conocer por el mundo espiritual: cuando cortamos un árbol en plena savia, todos los árboles de esa especie en todo el Planeta acusan ese atentado contra su vida. Cuando matamos un animal, todos los de su misma especie sienten su dolor en todo el Planeta, de modo que todo y todos estamos interconectados a nivel energético, y por supuesto, como se viene diciendo, con nuestra madre Tierra.

Cuando nos analizamos a nosotros mismos, ¿no descubrimos tan siquiera un poco de alguno de esos perversos contenidos que llevan por igual al desequilibrio energético planetario y a los desequilibrios personales y sociales? ¿No tenemos nada en qué modificarnos hacia un modo de pensar positivo y armonioso?

No es cuestión de declararse impotente y decir: “desde que el mundo es mundo, pasa así”. Sí; así pasa desde que el mundo es mundo porque la mayoría de nosotros somos los mismos; pasa así porque nos cuesta mucho cambiar, pero no se trata de resignarse impotentes, sino de convertirnos en verdaderos guerreros pacíficos y eliminar en nosotros los sentimientos y pensamientos negativos que sirven para matar, producir desigualdades, dañar a nuestros semejantes y a la Naturaleza, animales incluidos, y al Planeta que nos sustenta. Esto es verdadera vacuna contra la desigualdad y la violencia que a la vez contribuye a cambiar en positivo el campo electromagnético terrestre y con ello armonizar y aumentar las fuerzas vitales planetarias de las que nos alimentamos como seres naturales.

Si miramos la vertiente social; si somos pacíficos y compasivos uno a uno, ningún gobierno puede arruinarnos ni llevarnos a la guerra porque no pueden existir enemigos, sino amigos y amigas, hermanos y hermanas, compañeros y compañeras a los que sólo se les desea el bien. Esto es posible si queremos que lo sea, y en la medida que lo hagamos realidad desparecerán los desequilibrios sociales, el terrorismo y cualquier otra forma de violencia e injusticia, aumentando también la frecuencia vibratoria del campo magnético terrestre, con las saludables consecuencias que eso supondrá para todos nosotros. De no hacerlo por nuestra cuenta, el Planeta, que es un ser activo, actuará por su cuenta, pues con todo lo que podemos influir negativamente no tenemos el suficiente poder como para evitar que se purifique de nuestros venenos y siga su proceso evolutivo hacia un estado material más sutil, menos denso, en el camino hacia su total transformación en un planeta espiritual que retoma su propio origen celestial.

Investigación de
Vera Alaniz para TodoSalud

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