No sería del todo desatinado proponer un diagnóstico del estado de una pareja de acuerdo a en qué momento del año tiene mayores peleas.
Si se llevan peor durante los meses laborales del año, el conflicto estará entre ellos y el mundo externo.
Si los problemas aparecen durante las vacaciones es muy probable que el conflicto esté entre uno y otro integrante de la pareja. Los conflictos de los días ordinarios señalan una dificultad en conseguir acuerdos respecto de cómo manejar situaciones externas. Los conflictos que se dan en las vacaciones apuntan a dificultades en el encuentro.
¿VACACIONES PARA PELEARNOS O DESCUBRIRNOS?
Los momentos de descanso con frecuencia dejan a una pareja desnuda, el uno frente al otro. Todas esas ocupaciones y obligaciones de las que nos quejamos con frecuencia ya no están y descubrimos, tal vez con algo de pesar, que también actuaban de barricada. Removidos los obstáculos que se interponían, nos encontramos el uno con el otro, sin atenuantes.
Y ese encuentro no siempre es sencillo. Lo que vos querés a menudo difiere de lo que yo quiero. Más precisamente:
Lo que yo quiero no coincide con lo que vos querés darme. Ni lo que vos querés de mí, con lo que yo quiero darte
¿HEMOS CAMBIADO?
No es raro que, además, haya pasado ya un tiempo considerable desde la última vez que hemos estado en verdadera intimidad (sexual y de la otra). En esos casos el encuentro es aun más difícil porque se trata de alguien “nuevo”:
«Vos cambiaste, ya no sos aquel que conocí o aquella que recuerdo». «Tenés otros gustos, otros intereses…» Y tenemos de descubrir en cuáles de ellos seguimos coincidiendo.
Para colmo de males, algunos ideales que rondan las vacaciones juegan definitivamente en contra de un buen encuentro. Para empezar se supone que tenemos que estar juntos todo el tiempo. Eso jamás sucede cuando estamos en casa, nos encontramos por la noche o, si hay suerte, por la tarde. Pero aquí no hay obligaciones y pareciera que, dado que tenemos la libertad de hacerlo, tendríamos que elegir estar juntos a toda hora.
OBLIGADOS A PASARLO BIEN
Otro ideal perjudicial es aquel de que “hay que disfrutar”. Las vacaciones se vuelven, paradójicamente, un tiempo en el que se instala una nueva obligación: la de pasarlo bien.
En la pareja esto se enreda con los supuestos sobre cómo hay que utilizar el tiempo: para ti disfrutar equivale a descansar y dormir, para mí a levantarme temprano y aprovechar el día… Los dos decimos: “¡Es que vos no sabes disfrutar!”.
Todo esto hace que, muchas veces, cuando las cosas no andan del todo bien entre nosotros o cuando la vorágine de todos los días ha venido captando toda nuestra atención y energía por demasiado tiempo, las vacaciones deban ser más un tiempo en el cual descubrirnos de nuevo que un espacio para dedicarnos a “disfrutar de estar juntos” desde el comienzo.
Con esto no quiero decir dedicar las vacaciones a tener largas conversaciones sobre “nosotros” (un plan que sería bastante aburrido, probablemente).
Quiero decir tomarlo como un período de observación que nos permita identificar qué podemos compartir de buena gana y con placer, en lugar de forzarnos a compartir lo que se supone que deberíamos. Si hacemos esto tal vez podamos encontrarnos verdaderamente.
A la hora de planificar las vacaciones en su conjunto de modo anticipado o, una vez estando allí, de decidir qué haremos ese día, debemos considerar y consentir momentos en los que no estaremos juntos o compartiendo determinada actividad. Muchas veces esto conlleva alguna complejidad de la organización, pero bien vale la pena para que ninguno de los dos termine actuando forzado.
Es una propuesta interesante tomar las vacaciones como un período de observación y descubrimiento mutuo. Abandonar la pretensión de repetir viejos patrones que tal vez ya no funcionan. No tenemos por qué seguir haciendo las cosas de determinada manera solo porque “siempre fueron así”. Algunas de estas cuestiones perdurarán y otras se modificarán para adaptarse a las necesidades y gustos de cada uno, hoy.
Si tuviéramos presentes estas dos claves, en lugar de caer en utopías al pensar en nuestras vacaciones, todo sería más sencillo:
*ACEPTEMOS AL OTRO
Debemos aceptar que los modos de disfrute de cada uno son personalísimos. No es saludable ni justo condenar lo que le gusta a nuestra pareja ni tampoco ser displicente con ello solo porque difiere de lo que nosotros preferiríamos en su lugar.
Respetar esto sin comentarios irónicos ni muecas de desprecio habilitará a nuestra pareja a poder disfrutar a su manera.
*CONTAR CON LO DIFÍCIL
Tener en cuenta que las vacaciones no son “puras vacaciones”. Por más relajadas que las vacaciones sean, hay pequeñas cosas de qué ocuparse para que sean posibles. Si no comprendemos esto, nos enojaremos cuando aparezcan esas mínimas tareas y, muchas veces, el destinatario de esa frustración será nuestra pareja.
Sobre el autor:
Dr. Demián Bucay
Médico y terapeuta
www.demianbucay.com.ar